¿Cómo era? Estoy seguro de que empezaba por E. ¿Eva?, ¿Esther?, no… Encarni tampoco, ¿Emi?… Pocas cosas hay tan vergonzosas como no recordar el nombre en esta situación. Al menos que no se de cuenta. Tendré que decirle cariño, o amor, o preciosa…cualquier cosa menos chata. O mejor me voy sin despertarla. Casi mejor, sí. Al fin y al cabo ni siquiera es guapa, creo. Levántate sin hacer ruido y no te choques contra nada. No pienses en la resaca. Recoge tu ropa a tientas aunque te dejes un calcetín, abre la…
– Buenos días Daniel
– Hola, chata.
POR LA NOCHE
¿Cómo se llamaba? Sé que lo sé, pero soy incapaz de recordarlo. Sé, porque tengo la inútil capacidad para recordar definiciones enteras pero no palabras sueltas, que se trata de la facultad de tener conocimiento de nuestra propia capacidad memorística. Tengo en la punta de la lengua ese maldito nombre… ¿Eva?; ¿Emi?. Es desesperante. No podré dormir hasta que lo recuerde. ¿Cómo era esa palabra que lo define tan bien?
– Cariño, deja de dar vueltas en la cama, por favor.
– ¿Sabes cómo se dice cuando…?
– Metamemoria. Ya te lo dije ayer.
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