El conde-duque de Olivares, el valido de Felipe IV, llegó al poder dispuesto a devolver a la monarquía española su prestigio. Veinte años después, esa misma monarquía se rompía en pedazos y el ministro marchaba al exilio. Don Gaspar de Guzmán y Pimentel nació en 1587 en Roma (en el palacio de Nerón, afirmaban sus enemigos) y pasó su infancia en varias ciudades de Italia acompañando a su padre, embajador en Roma ante la Santa Sede y luego virrey de Nápoles, hasta que en 1607 se instaló en Sevilla, donde se convirtió en propietario del título y las tierras de los condes de Olivares. Olivares supo que había llegado su momento a finales de marzo de 1621, cuando, ante el lecho de muerte del rey Felipe III, le dijo al duque de Uceda: «Ahora todo es mío. Todo sin faltar nada». El tiempo demostró que no era un simple fanfarrón, sino que sabía muy bien de qué hablaba. Apenas un mes después de la proclamación de Felipe IV fue designado grande de España, con lo que entraba en el selecto grupo de nobles con derecho a permanecer con la cabeza cubierta en presencia del rey. El siguiente paso fue despojar a Uceda del cargo de sumiller de corps y hacerse con la vacante; uno de sus deberes consistía en ayudar al rey a vestirse y desvestirse, así tenía acceso casi ilimitado a su persona. A continuación adquirió el puesto de caballerizo mayor, y en 1625 recibió el ducado de Sanlúcar la Mayor y empezó a ser llamado conde-duque, título con el que ha pasado a la posteridad. Ese mismo año, las victorias de la monarquía española se sucedieron en todo el mundo, desde Brasil y Puerto Rico hasta Flandes, Génova y Cádiz. Pero la rebelión de Cataluña y la secesión de Portugal, en 1640, precipitaron la caída del conde-duque, que acabó siendo desterrado por el rey a Loeches y a Toro. El ministro que había querido restaurar la «reputación» de la monarquía española no había hecho sino precipitar su declive.
Siete almas es pretenciosa, película de lágrima fácil, donde la culpa lleva a Will Smith a cometer una serie de imprudencias que rayan lo absurdo. Malísima. Para olvidar.
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Josa, aunque hayas quitado tu entrada sobre la película Siete almas, sí quiero hacer una reflexión sobre el caso de Marta. El domingo que se emitió MariLuz en formato tv-movie Marta llevaba un día desaparecida. He leído y he escuchado y he visto muestras de apoyo, en todos los sitios, en mi ciudad, en internet…Bueno, que desde aquí, Josa, también te haces eco de Marta. Y eso es muy loable. Todo mi apoyo para su familia y amigos.
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eres grande Lola
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