LA MUERTE DE MARIA ANTONIETA, CULPA DE SU MARIDO.
Tan repudiada como poco comprendida, en el destino final de María Antonieta jugó un papel importante la fidelidad de su marido. Las destinatarias del odio popular, hasta la época de Luis XV, habían sido siempre las favoritas, nunca las esposas.
Hacía tiempo que la institución real había comenzado a ser cuestionada en los círculos intelectuales y políticos, aunque a nivel popular la devoción al rey se mantenía a salvo. Pero el encumbramiento de la Du Barry salpicó incluso la figura del rey. Para colmo, durante el reinado de Luis XVI no hubo amante a quien echar las culpas del mal gobierno: fue inevitable que el descontento alcanzara a la propia monarquía; el odio se trasladó a la reina, primero, y después al propio rey.
Paradójicamente, quienes sembraron el odio hacia la reina fueron precisamente los nobles, comenzando por sus propios cuñados (deseosos de ceñir la corona ellos mismos) y sus tías políticas.
Cuando fue coronada, María Antonieta ya tenía su reputación por el suelo, y cuando nació su hijo le buscaron varios supuestos padres.
La Revolución Francesa no fue, desde luego, una cuestión de alcoba. Pero llama la atención que durante el período del Terror (1791-1794), cuando la guillotina estuvo más activa que nunca, tratando de borrar los restos del antiguo régimen, la cabeza de María Antonieta, la última reina, cayera con pocas semanas de diferencia que la de Madame Du Barry, la última favorita. El Terror no duró mucho más.
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