Miguel Ángel, de 57 años, conoció al joven aristócrata Tommaso Cavalieri cuando tenía 22 años. Fueron amantes, profesor y discípulo, amigos, y, al final, guardián de sus pertenencias.
Nadie ha demostrado aún que su amor llegara nunca al plano físico.
La belleza de Tommaso inspiro muchos de los sonetos que escribió Miguel Ángel.
¿Quién es el que forzado a ti me lleva, ay de mí, ay de mí, ay de mí, atado y preso, que no libre y suelto? Si me has encadenado sin cadenas y sin brazos ni manos me sujetas, ¿quién me defenderá de tu belleza?
Este último verso ha dado titulo a una pequeña novela inacabada de Stendhal que Pre-textos acaba de traducir. La atracción de la belleza se esfuma. Así ocurrió en este caso. De esta forma el interés también está en lo que vino después. Descubrir como evoluciona el amor. Habrá que recurrir a biografías veladas para intentar descubrir que pasó después.
En su primer encuentro, ya causó una profunda impresión en Miguel Ángel, y al pasar el tiempo la relación se transformó en una gran amistad, con una pasión y una fidelidad que se mantuvo hasta la muerte
Miguel Ángel, por el contrario, era un hombre de 57 años, que se encontraba en el cenit de su fama; contaba con el soporte de los diversos papas y Tommaso lo admiraba profundamente. Parece que la amistad tardó cierto tiempo en producirse, pero cuando se consolidó llegó a ser muy profunda hasta el punto que Cavalieri, ya casado y con hijos, fue su discípulo y amigo mientras vivió Miguel Ángel y lo asistió en la hora de su muerte, cuando el capítulo amoroso ya hacía tiempo que se había acabado
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