A mi lado se colocaron una mamá y un papá, dejando caer sobre la arena todo el peso que cargaban, que no era poco. El sudor me hizo sentir pena por ellos pero estábamos en la playa y allí nadie obliga a nadie…
Es la playa el lugar donde puedes estar rodeado de multitudes que apenas si ves, vecinos de sombrilla con los que no tienes porqué hablar, ni siquiera saludar, y no por ellos ser un maleducado, y el lugar donde la multitud se confunde como las mismas piedras de la misma. Eso somos allí… piedras. Cada una de un color y una forma diferente, unos junto a otros, a veces casi unos sobre otros, y todos necesitados de ese agua salada y cercana.
Esos papás iban rodeados de niños, y llevaban una sombrilla, un bolso del que sobresalían raquetas, pelotas, flotadores… Llevaban también un cesto con comida y bebida, una pelota que el papá iba golpeando con sus pies vestidos por unas chanclas casi rotas, un equipo de buceo, una barca de plástico – inflada – unos remos de madera, y no sé cuántas cosas más.
Mientras ellos tomaban un respiro – él con las manos en sus costados – el más pequeño de sus hijos corrió hacia el agua.
– ¡Niño, la digestión! – le gritó la madre, como hacen todas las madres.
Ni siquiera metió sus pies – no se había quitado las chanclas – cogió una piedra y la lanzó al agua esperando ver los botes que iba dando.
¿Por qué los niños, a diferencia de todos los hombres, siempre que se acercan al mar y tiran piedras?
¡ Bendita niñez!
todo en word………………………bajar a la playa
im feeling it
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