Yo siempre me negué a creerlo, pero estos ojos… ¡ay estos malditos ojos que no dejan de llorar…! También yo pensé, como ellos, que esta era una guerra inevitable… incluso justa. Iríamos a ella para defender nuestro territorio, nuestras creencias, y nuestra forma de vida… Y estaba orgullosa por verle a él luchar por algo en lo que creía. Con tristeza nos despedimos en aquella vieja estación, rodeados de una multitud sin cara ni nombre, acompañados de humos y lágrimas, bajo un extraño cielo azul y emborrachándonos de llantos desesperados que salían de gargantas temerosas. Nosotros no estábamos asustados. Si acaso tristes por no poder seguir practicando el nombre de lo nuestro. Pero solo serían unas semanas, unos meses… quizás un año. Le quise allí tanto como nunca imaginé, y supe que siempre sería suya. De nadie más. Y partió en ese tren. Muchas amigas, y la mayoría desconocidas, lloraban. Yo no.
Esa guerra era justa e inevitable. Había que enfrentarla y ganarla. Y él lo haría por los dos. Por eso le quería y le respetaba.
¿Sabes cuándo descubrí de lo injusto de esta guerra? Fue, justo un año después, cuando llegué a la estación y el tren se detuvo. De los vagones salían soldados con rostros desencajados, envejecidos a pesar de sus veintipocos… Miré y remiré, caminando entre gente abrazada, pero ninguno de los que bajaba del tren era él.
Ahí fue cuando comprendí de lo injusto de esa, y de todas las guerras.
para descargar en pdf…………..LA PUTA GUERRA
pobre. Qué triste es ¿no?
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first!
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ESTO NO ES UN POCO MACHISTA?
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