Todas las mañanas, al despertar, encuentro al otro lado de mi cama un sabroso pastel que, unas veces parece de chocolate, otras de crema, y otras muchas de merengue… Todo depende del haz de luz que entre por la ventana para iluminarlo, y de la estación del año en la que el sueño se aleje de mi lado.
Eso sí, siempre se ve delicioso, crujiente, irrechazable… Y no solo se ve. Yo sé que es así como sabe porque ya antes lo he probado – muchas veces – y sé que tras el flambear de su cuerpo recién horneado se esconde un reloj hecho de harinas húmedas, en el que los eternos segundos se disfrutan siempre en compañía.
Vencido por el repentino despertar cierro los ojos para intentar igualar la partida, pero entonces aparece ese olor que me embriaga… Ese olor que me hipnotiza, y que me hace abrir los ojos de nuevo para mirar donde los guía mi pituitaria.
Tengo un apetito voraz que escapa de mi piel y mi boca, pero, una vez más, mi cuchara no puede acercarse hasta su cuerpo flameante y tembloroso al recordar una cosa. Y es que yo…
EN WORD………………………YO SOY DIABÉTICO
DEJA TU COMENTARIO (bueno o malo)