EL NIÑO DE LA PLAZA (CUENTO PARA MAYORES)

La primera vez que vi a -Samuel me pareció un niño normal. ¡Un niño normal! Como si eso fuera posible… Ahora, en cambio… Ahora… No sabría qué decir, porque normal, te aseguro que no es.
Samuel era, y es, sin duda alguna, un niño normal, como todos, con sus mismos miedos, con sus mismos deseos, pero él tiene algo diferente que, aunque no le hace ser menos normal que los demás, sí que le hace ser especial. Y  me refiero a algo especial que sí que tiene, y no a ese algo que algunos creen que le falta.

Me explico:
Todo sucedió una tarde cualquiera en un pequeño pueblo de Madrid cubierto por u n cielo ceniciento, arrojado adrede sobre una gran plaza rodeada de árboles y bancos, y dominada por un columpio multicolor donde niños y niñas trepaban a su antojo. Sobre el suelo de pavimento claro algunos niños inquietos y abrigados jugaban con una pelota
desinflada…. Era la que había. Allí había niños y niñas de todas las edades, de todos los colores, y de todos sitios. Unos parecían africanos, uno oriental, alguno de la lejana América, y otros muchos europeos, aunque ninguno
fuera capaz de acertar de qué país era cada uno.

Allí, todos persiguen el mismo objetivo, que no es otro que hacerse dueño del esférico y demostrar que nadie es tan bueno como él. Varias cigüeñas vigilan sobre un campanario situado sobre un tejado de pizarra negra, y
no más de cinco o seis madres permanecen sentadas estratégicamente alrededor de la plaza con los
ojos avizores sobre sus pequeños. Todas miran al cielo también.
Son los últimos días de un invierno que se va marchando lentamente, cuando el cielo empieza a alegrarse sin ninguna razón aparente, y cuando el olor de la primavera empieza a avanzar, luchando contra los últimos coletazos de un otoño que no se quiere terminar de ir del todo.
Esa tarde hacía frío en la Plaza de Sevilla. En realidad no hacía tanto, pero ese viento que escapaba de la sierra, y se metía por entre las callejuelas, hacía que lo pareciera. El cielo grisáceo y ceniciento amenazaba con descargar su ira de un momento a otro, lo que me hacía mirar hacia arriba constantemente con uno de mis ojos mientras con el
otro vigilaba a mis pequeñas, que jugaban sobre el columpio de la plaza, rodeadas de otros de su especie, esa a la que ya dejé de pertenecer, pero a la que nada me importaría volver alguna vez.
– ¿Nos vamos a casa? – les pregunté por enésima vez, temeroso ante los truenos que se oían aún lejanos
-¡nooooooooooooooooooooo! – respondieron todos, aunque no fueran mis hijos. Así son los niños. No tienen miedo a las amenazas hasta que no se hacen reales, y esa lluvia aún parecía lejana para ellos.
Con mis ojos perdidos en ese pequeño grupo de niños y niñas – casi atravesándolos, como también atravesaba los edificios que había tras ellos, los campos de después, y  hasta el mismo cielo – pensaba en no sé qué… En realidad no pensaba nada, y eso me hacía sentir bien porque era en esos momentos cuando más consciente era de lo feliz
que me sentía. En realidad yo tampoco quería irme, así que miré de nuevo al cielo, comprobando que aún podríamos aprovechar unos últimos minutos antes del diluvio que se acercaba.
Devolviendo mi mirada a los infantes descubrí a una de mis gacelas, subiendo y bajando del columpio con esa agilidad innata suya. Una vez más me hizo sonreír mientras su hermana mayor la miraba desde el suelo.
Las niñas jugaban con sus amigos, y entre todos había varios que yo no había visto nunca. No sé por qué pero me fijé en uno de ellos, un chaval que llamó poderosamente mi atención. No parecía tener nada especial, pero había algo en su cara, y, sobre todo, en su forma de sonreír que le hacía especial.
Me gustaba su sonrisa. Era de esas contagiosas y ante las que no puedes permanecer impasible: o te unes a ella o… ¡Te unes a ella! Además, siempre me gustaron las sonrisas tímidas, esas que no te atreves a convertir en carcajada por ese estúpido miedo del «qué dirán».
Fue una voz adulta, de esas que suelen romper siempre la magia de los niños, la que me hizo fijarme en el detalle que había obviado.
-Mira ese niño. Pobre… Le falta una mano.
¿Le falta una mano? – me pregunté algo contrariado, como si no hubiera escuchado bien, alejando la dirección de mi mirada de su boca sonriente, y redirigiéndola hasta su extremidad que, efectivamente, no se veía por entre el abrigo.
¿Cómo no me había dado cuenta antes? – pensé extrañado, diciéndome por quincuagésima vez que tenía que ser más observador, y fijarme mejor en las cosas, como tantas veces me decía mi madre con ese tono de sermón.
Sí, lo reconozco, en ese momento sentí pena por el chaval. No creí justo que un niño tuviera que vivir con un miembro amputado, y toda mi alegría se desvaneció por un momento.
Ese estado de ánimo mío, que se disfrazó del color del cielo que nos acompañaba, no tardó en iluminarse de nuevo, y en recuperar su color. Y fue así al dejar de mirar esa mano, y volver a mirar esa cara risueña y esos ojos que demostraban que Samuel era un niño inmensamente dichoso.
Es aquí lo que quería explicar de la grandeza del gran Samuel, esa cualidad que aunque lo hacía diferente a los demás niños de la plaza, en el fondo, lo convertía en un niño más.
No, no era por su mano por lo que Samuel era diferente al resto de niños. Ni siquiera por que tuviera el pelo
de otro color, o fuera más alto que unos, o más bajo que otros… Lo que le hacía realmente diferente era ese espíritu alegre y contagioso, esas enormes ganas de jugar y  de ayudar a los otros niños, y, sobre todo, los deseos de superar obstáculos, aunque en eso no era diferente al resto de los niños ¿verdad?
Samuel corría y saltaba, reía y gritaba, y se asustaba como los demás ante los truenos amenazantes que ya se acercaban, y ante las gotas que empezaban a caer.
Durante varios minutos lo observé detenidamente, y él siempre escuchaba atentamente a Carmen, la mayor de las chicas de ese grupo, haciendo todo lo que ella decía, y sonriendo en todo momento. Cruz, en cambio, siempre iba detrás de él.
Por desgracia el tiempo ganó a las ganas.

-¡Chicas, nos vamos! – grité, levantándome del banco de madera donde ya se podían ver las primeras gotas posándose
-¡noooooooooooooooooooo! – gritaron todos, incluido Samuel, mirándome suplicantes
-lo siento chicos. Está lloviendo.
Mis chicas siguieron luchando contra mis palabras, y Manuel corrió hacia su mamá, que lo esperaba sentada también en otro banco mientras hablaba con una amiga suya – y mía también.
Ya nos íbamos cuando Samuel, de pronto, se acercó a nosotros, tímido, mirando a las chicas, pero sin decir nada.
-Ya nos vamos Samuel, lo siento – le dije.
– Ya – dijo él, muy serio – solo venía a despedirme de ellas. Adiós.
Manuel salió corriendo hacia su mamá, que también se despedía de nosotros amable y tímidamente. Ella, mientras le abrochaba los botones del abrigo, no dejaba de besarlo y de mirarlo con exquisita ternura, y ahí comprendí que ese chaval tenía más suerte que muchos otros de allí, que, aunque tenían las dos manos, seguían solos en la plaza, sin una madre que los protegiera como hacía la suya.
Fue cuando ya me marchaba cuando volví a escuchar de nuevo aquel extraño discurso…
– Mira ese niño… Le falta una mano… ¡Pobre!
Sí – pensé mientras me iba a casa, cogiendo a mis hijas de sus manos – todos se daban cuenta de que a Samuel LE FALTABA una mano… De lo no parecía haberse dado cuenta, casi nadie, era de que a Samuel – nuestro Samuel ya – le SOBRABA corazón.

32 comentarios

  1. a veces me da la sensación que estas cosas las escribes realmente en esa plaza donde las situas y que todo lo que pasa es tal cual. Lo digo como algo bueno

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  2. a veces al leer estas historias te imagino escribiendolas sentado en el banco de la plaza al lado de tus niñas con tu libreta. Es unplacer tener a alguien así en este pueblo. Gracias y felicidades aunque este cuento no sea ni mucho menos el mejor que tienes

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  3. Hace como tres o cuatro años conocí a Samuel, es decir el tenía 4 o 5 años, me IMPRESIONO su mirada, su hermosa sonrisa, sus ganas tremendas de que le pintara la cara de Spiderman, era y es un niño perfecto, con una madurez exquisita para su edad, me enseño su brazo recién operado con unos metales para alargar unos centímetros, pero mi único interés era pintarle la cara de su ídolo preferido y observar esa pedazo de sonrisa toda la tarde, bueno y unos ojos que te provocan una alegría inmensa, le tuve a mi lado durante tres días geniales.
    Samuel tiene la gran suerte de tener a los mejores padres del mundo, a la mejor hermana que le cuida como un tesoro y una gran familia que invita a querer.
    Desde aquí un gran beso Natalia.

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  4. yo no conozco a ese niño pero gracias a este cuento he podido saber que a veces, sin quererlo, nos equivocamos. A todos los Manueles como los de este cuento os deseo lo mejor. La vida es maravillosa y para disfrutarla no hacen falta manos, ni piernas, ni siquiera ojos. La vida se disfruta con uno mismo. Sé lo que digo. Mi hermana es ciega y teníais que ver lo que disfruta de cada momento de su vida. Claro qeu le gustaría ver, pero no por eso tiene que acabar todo. Ella disfruta de otras cosas. Yo la he visto derramar lágrimas oyendo música. Vivaldi le encanta

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  5. Muchisimas gracias Josa, es duro pero es real, gracias por ver solo una sonrisa, esa sonrisa me hace estar bien conmigo misma cada dia. Los que se lamentan es por que no le conocen. Cada dia estoy mas convencida, si, Samuel es feliz, mucho más que cualquier niño que no tiene ningun problema. Desde hace 6 años, valoro cada minuto de mi vida y siempre …….. con esa sonrisa. Ana muchas gracias por todo, eres un sol

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  6. No podía haber descrito mejor a Samu, y la historia es preciosa y a ver si remueve algo por dentro a las personas que como en el cuento sienten lastima!!!, yo era así, lo reconozco, el sentimiento de compasión muchas veces no lo controlas, pero conocer la historia de Samu desde el minuto uno de vida, me ha hecho cambiar y dar valor al mérito que tienen tanto Samu como su familia por superar con una sonrisa y ese humor tan característico, los obstáculos que encuentran en su camino. Por todo ello  mil gracias. Os quiero y os admiro. Fdo: Gema.B

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  7. Yo si conodco a Samuel, y no me extraña que sea tan feliz, cualquier niño lo seria en su lugar.
    Tiene una vitalidad que alegra por donde pasa, y quizas
    lo más importante para mí sea que a dos personas que
    quiero mucho ( sus abuelos ) no serian tan felices si no existiera ese angel llamado Samuel.
    Felicidades a sus padres y hermana María por ser los principales protagonistas de su alegria.
    bs.Victoría

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  8. Todos los que conocemos a Samuel en algun momento hemos sentido pena pero esta es combatida en unos segundos por el destello de obtimismo, alegria y superación que tiene. Juega, nada, hace tenis etc… impensable en un niño como el.
    Samuel tienes buena materia prima pero lo mejor a parte del cariño de tu familia y amigos es Natalia. Una madre corage.
    Natalia, no olvides que esto no ha terminado, que queda un largo y dificil camino pero que si continuais como hasta ahora lo conseguireis. Los que la conocemos entendemos que este nillo conseguira lo que se proponga pero no bajeis la guardia.
    Samuel tienes mucha suerte de tener una familia como la tuya.
    Un fuerte abrazo para todos los que hacen posible que esto continue.
    Un besote fuerde de una persona que cada día ha de superarse.
    Mª Jesús

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    • Pasito a pasito, muchisimas gracias por este subidón de autoestima. Llevo desde el viernes recibiendo emails, todos ellos preciosos, de verdad. Sois geniales.

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  9. Yo no conozco a este Samuel (Manuel en el cuento) pero tampoco sabía que la historia era real y que Josamotril conocía a ese niño. La historia es muy bonita y ese niño tiene mucho mérito, al igual que su madre y su padre. Josamotril, a veces haces las cosas bien. La historia es muy bonita y la tarde en esa plaza que desconozco parece tan real que incluso crees estar allí esperando la lluvia. Por cierto cómo se pone la gente cuando se habla de política

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  10. Sin duda alguna un fantástico relato. Como fantástica es la vitalidad y educación de Samu, de las que puedo disfrutar en los recreos, como lo hacen el resto de sus compañeros. Un niño felíz gracias a la gran familia y amigos con los que cuenta.
    Me alegra saber que la mayoría de las personas con las que se cruza se detienen en lo que tiene y nos transmite: al verle jugar, compartir, hablar, sonreír, ayudar,… y no en aquello que no tiene y que tampoco necesita para disfrutar de la vida día a día, como lo hace.
    (Enhorabuena a los 3 por la educación y valores que le estais transmitiendo).

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  11. no conozco a ese niño pero me alegro de haberlo conocido aquí. Josamotril tienes un talento extraño para estos relatos porque consigues meternos en el ambiente donde coabitan los personajes, y eso es muy importante para que una historia emocione. Tienes que estar ahí con los personajes, verlos, sentirlos, oírlos, y a veces lo consigues. El cuento es fantástico. Si yo fuera los padres de este niño te daría un beso muy fuerte

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  12. preciosa moraleja que nos dejas pero me ha gustado más la manera en la que relatas todo y como describes el tiempo y la tarde en esa plaza

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  13. hola soy maestra en un colegio de Andújar y tengo un alumno al que le falta la mano izquierda por culpa de un accidente desgraciado. Este niño es como tu Manuel (o Samuel) Gracias por el cuento

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  14. Preciosa historia. Me ha gustado mucho pues que razón que tienes otros inocentes niños pueden tener de todo y carecen de cariño, afecto y amor. Todo padre desea lo mejor para sus hijos y eso no lo pongo en duda pero hay padres que desde mi punto de vista no lo hacen bien. Sin ir más lejos tengo una familia cerca de mí que a sus hijos no le falta de NADA «material». Van al colegio de pago, visten de marcas caras desde la ropa interior hasta los zapatos, tienen un armario de ropa abundante y preciosa con todas las mejores marcas, tienen zapatos uno para cada día y zapatillas de deporte de todas marcas y colores, los juguetes ni os cuento, los mejores coches teledirigidos, los mejores aviones y helicopteros, la table, el ordenador portatil……van a clases de golf, al padel,…. y así podria rellenar lineas y lineas. Pero los niños carecen de amor paternal y maternal, durante la semana entran a las nueve al cole y salen a las cinco y media los recoge la niñera y se encarga de llevarlos a las actividades deportivas,y ven a sus padres a partir de las nueve y a las nueve y media ya están dormidos. Durante el finde están con la abuela pues a los padres le encanta sus escapaditas sin HIJOS cuando no están en Cordoba estan en Jaén cuando no… en fin a todos lados sin ellos y lo mejor de lo mejor en verano como tienen a los hijos porque ya no les queda más remedio, pues lo que hacen es ir a Egipto, Cancún, Paises Bajos, Italia… pero sin HIJOS pues son sus vacaciones de verano para desconectar de la rutina de niños y playa. Niños afortunados en lo material tienen de todo lo mejor visten con todo lo mejor…..y lo gracioso es que como no conocen el cariño de los padres pues tampoco lo hechan de menos.Que LASTIMA de hijos. Mis hijas tienen todo lo que le podemos ´dar dentro de nuestras posibilidades pero lo que tienen en abundancia es el cariño y amor de sus padres. Siempre están con uno de nosotros pues tenemos los turnos cambiados para que mis hijas siempre esten con sus padres y quitado unas escapaditas de finde, por norma general vamos a todos lados juntos y las vacaciones en familia en veranito no las cambio por nada.Pues es cuando por fin estamos los cuatro juntos y me encanta ver las caritas de mis hijas con esa alegria que expresan porque porfin estamos los cuatro juntitos.
    Bueno a lo que voy la historia me ha gustado pues has explicado muy bien que nada de POBRE NIÑO, porque en nuestra infancia lo que más necesitamos es sentirnos protegidos y el cariño de nuestros padres y hay niños que ni tan siquiera conocen esa sensación.

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  15. Me parece un relato con un tacto y sensibilidad exquisita, y que nos muestra una realidad más frecuente de la que los adultos pensamos. Muchas gracias por este bello relato, que con tu permiso me gustaría compartir en mi blog.
    Namasté

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