Cuando se adentró en el agua notó cómo la sal se fue aposentando sobre su propia piel, como si de una roca se tratase. La luna, siempre zalamera y taimada, se ofrecía distante pero amena. Las grises nubes intentaban ocultar su brillo, pero su luz reverberaba sobre la superficie negra – a lo lejos – y transparente – tan de cerca – del mar donde se encontraba.
Sin pensarlo más se tiró de cabeza y se metió en ella, y aguantó allí, junto a los peces de la vida, más de lo que la naturaleza le permitió. Y allí dentro, entre ese silencio embriagador y ese calor espeluznante se quedó plácidamente dormido, que no muerto, hasta el día de hoy.
Años después de la noche mágica que ese mar le regaló en aquella infancia primigenia, aún sigue disfrutando de esa magia salada como la primera vez… Por eso le gusta dormir junto al mar desnudo, pasando las manos sobre las curvas de sus dos grandes olas , sobre el vientre de sus mareas y sobre la salubre tempestad que emana de sus muslos como si fueran dos faros que indican el inicio de la tierra que hay que conquistar… Por eso le gusta regresar a él todas las noches… Y por eso siempre es verano a su alrededor… Por su culpa… Por tu culpa.
Así es hay mucho fanfarrón, pero los gallitos de corral en la calle después se vuelven corderillos en casa. Lo…
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