reconozco que era buen estudiante, y que me gustaba ir al cole, pero nunca me gustó ir a clases de catecismo en la iglesia de Capuchinos de Motril. No me gustaba aprenderme las oraciones, y lo que menos, El Credo.
Ojo, que no me meto con él, ni con nadie – ¡Líbreme Dios! – tan solo recuerdo algo que no me gustaba cuando niño.