DESVARIO MENTAL
Para muchos él no era mas que el vigilante del museo, un hombre triste. Lo que no sabía – casi nadie – era que él siempres se sintió el hombre más feliz del mundo por trabajar precisamente en ese museo.
Así fue durante muchos años, hasta que tuvo que marcharse a otro lugar donde cobraría más y donde su trabajo sería diferente…
Fue en su nuevo despacho – ese que siempre había deseado – cuando reconoció el motivo de su verdadera felicidad, y lo hizo cuando dejó de ver el rostro de ese cuadro que le acompañó durante tantos días.
El rostro dibujado de esa mujer en ese lienzo era ya algo que necesitaba para sonreír, aunque ni él mismo lo supiera. Era ese rostro como la puerta abierta a ese sueño del que nunca quedaba nada al cerrarla cuando despertaba.
Ese cuadro era una sonrisa eterna y sincera, una boca hermosa y roja, unas manos ligeras, un baile embriagador, un abrazo caliente… Y, sobre todo, un beso azul, un beso de esos que nunca se dan y que él nunca daría, porque la chica de ese cuadro realmente no existía… Al menos así, como él la veía al otro lado del lienzo.
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