El hombre se hizo chico de nuevo, y de repente pasó a ser alumno otra vez, y a pensar en divertirse y disfrutar, y que su mayor preocupación no fuera la hipoteca, ni el trabajo, ni los niños, sino buscar la manera de poder besar por fin esos labios acuosos, o enamorarse en el recreo… ¡Y cómo le gustaba eso! Por suerte era un hombre cuerdo. O eso creía. Por suerte él estaba platónicamente de una mujer de fotografía, y no de una mujer de verdad… Así era todo más fácil y más bonito… Así siempre hacía verano, y le gustaba aun sin agua ni calor.
EL PLATONISMO, AY EL PLATONISMO
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