En los últimos – y primeros – doscientos días del año no hubo una sola noche en la que no soñara con entrar en ese mar que tanto le gustaba. Esa misma mañana se había bañado por fin, pero al despertar al día siguiente comprendió que seguía soñando con bañarse… Eso sí, en otro mar, en un mar con cara y espuma de mujer.
¡Hace verano!