Al despertar a su lado – ella siempre de espaldas – él volvía a sentirse artista. Así, cogía su pincel
y empezaba a dibujar una nueva historia de amor sobre el lienzo de su espalda…
Algunas veces el cuadro cobraba vida, y juntos se bañaban entre pinturas multicolor… Otras no. Pero siempre era un deleite convertir sus dedos en pincel y viajarlos por el paisaje desértico de su espalda.