¿MÁS VINO, QUERIDA?


Hombre en traje vertiendo vino tinto en una copa sobre fondo azul  Fotografía de stock - Alamy Susana salía de trabajar a las ocho en  aquellos fríos días de invierno, pero nunca llegaba a casa antes de las nueve y media, incluso las diez. En realidad, la hora era lo de menos porque todo era igual de oscuro por aquel entonces… Si hubiera llegado a las cuatro de la tarde, con el sol encima, todo hubiera seguido estando igual de oscuro. Ya no había luz  al acercarse a su casa, aquel lugar que un día pintó de luces multicolor. Por eso, durante más de una hora, paseaba en su coche, siempre en su misma ciudad, alrededor de su propia casa, buscando una respuesta que nunca encontraba la pregunta correcta… Ese era su problema: intentar encontrar una respuesta a una pregunta que aún no se había hecho ni una sola vez, pero que empezaba a asomar.
Siempre hacía igual, siguiendo automáticamente ya el mismo trayecto todas las noches: Llegaba hasta su casa, y antes de parar el motor del coche, se miraba al espejo, se arreglaba el pelo y recordaba aquellos días en que hacía lo mismo tan solo para estar bonita para él. Después, encendiendo un cigarro, miraba las luces encendidas de la casa y sentía mucha tristeza porque sentía que esa ya no era su casa. Pensando en su hijo pequeño, la única cosa que le mantenía unida a esa casa, y la única también que le separaba, metía la primera marcha, soltaba el embrague y huía mientras el humo del cigarro se bañaba de lágrimas dentro de sus ojos porque aún no habían salido… ¡Ya nunca salían! El coche se conducía solo. Ella no lo hacía. Siempre el mismo recorrido, siempre las mismas calles… Un día con lluvia, otro con nieve, otro con solo oscuridad, pero siempre esas farolas semi apagadas que apenas si iluminaban el trozo de acera donde descansaban, cansadas, solas y aburridas como ella misma. Susana circulaba dormida, o, al menos, no despierta en esa vida de la que deseaba huir. Ella soñaba con los ojos abiertos, imaginando que ese coche se hacía avión y volaba, que se hacía submarino y se sumergía en aguas del océano, y había veces que incluso imaginaba que se hacía chatarra y fuego, con ella dentro, atrapada.  Nunca se imaginaba a sí misma en un palacio elegante, ni en una playa paradisíaca, ni siquiera en compañía de alguien especial… Ella tan solo se imaginaba fuera de allí, lejos de esa casa a la que no quería regresar nunca más y donde no pudiera oír esas palabras que entraban en sus oídos como cuchillos recién afilados. Por eso huía, para no oírlos más, pero esos ruidos estaban ya tan dentro de ella que no se oía otra cosa.
Un día paró el coche frente a un escaparate iluminado. No tenía tabaco y decidió entrar. Dentro había un hombre mayor tras una barra metálica y otros dos hombres bebiendo. Los tres en silencio, taciturnos, aburridos… ¡como ella! Tan solo el sonido de la televisión hacía menos triste el lugar. Susana saludó, y solo el hombre de la barra le devolvió el saludo, alegrándose ante tanta belleza. Ella se lo notó en la mirada, y lo agradeció. Se acercó a la máquina  de tabaco y se pidió una copa de vino porque le daba «no sé qué» entrar a un bar y no consumir. Lo tomó por no hacer el feo a ese hombre, pero, de pronto, sucedió algo que nunca esperó: ese licor dulce le alegró el espíritu y ver a aquellos hombres sonreír mientras la miraban le hizo sentir mejor. Era la primera vez que creía alegrar la vida de alguien. Volvió a dar un segundo trago, pero no supo disfrutar de su sabor adulzado y oscuro porque se la bebió de un solo trago. «¿Mejor?», le dijo sonriente el camarero, ofreciéndose para llenar la copa vacía. Ella la miró, sonrió al hombre y asintió menos tímida. De pronto, se sintió en casa en aquel lugar y eso, en lugar de darle pena, le alegró por un momento. Se la bebió también, en silencio, sola, pero más despacio. El resultado no fue el mismo y se pidió otra más para bebérsela de un trago.
«Tranquila, vaquera», le dijo el camarero sonriéndole cómplicemente. Al sentirse mejor se tomó otra copa más, y luego otra. Pagó al camarero, dejándole una buena propina y salió ante la atenta mirada de todos. Cogió el coche, y por un momento, el miedo a su casa desapareció. Cuando llegó a casa él la estaba esperando en la cocina. Ni un beso, solo reproches. Ella, cansada, se acercó a la despensa y abrió una de las muchas botellas que tenían guardadas y bebió otra copa. Aquello no era licor… ¡aquello era una panacea! Esa noche los gritos de su marido le dolieron menos. En realidad, apenas si dolieron. Las siguientes noches hizo lo mismo. Siempre paraba en el mismo bar, y se tomaba unas copas de vino. Después, en casa, se tomaba otras más, mientras su marido la obsequiaba con su desprecio. Una de esas noches, después de soportar el martirio del desprecio, y envalentonada por los efluvios de aquel licor mágico, le dijo a su marido que le quería dejar, que no soportaba su vida, y que había dejado de quererle. Discutieron, y él volvió a levantarle la mano, y a gritarle. Ella, tirada en el suelo, manchada de lágrimas y vino, se levantó y le gritó. Le dijo que si le aguantaba era por el vino que tomaba en la calle y por las copas que tomaba en la casa antes de dormir…
«Si no fuera por el vino te habría dejado ya» , le dijo, corriendo torpemente por la escalera, para encerrarse en su cuarto hasta que él decidiera ir y abusar de ella.
Después de esa noche todo cambió. Desde entonces, su marido hizo algo que nunca antes había hecho y que a ella le cogió totalmente desprevenida, dejándola descolocada: José la esperaba todas las noches en la puerta de casa cuando oía llegar el coche. Al verle allí, sonriéndole de aquella manera tan extraña, y casi amable, no pudo creerlo, llegando a pensar que realmente se hubiera dado cuenta de su error, y que temiera perderla. Y así era: el cobarde tenía tanto miedo de que su mujer le abandonara que José, a partir de esa noche, la esperó siempre en la puerta, con la botella abierta en una mano y con una copa llena en la otra que le servía hasta arriba.
¡HAY QUE ACABAR CON TANTO MANIPULADOR Y  MALTRATADOR!

19 comentarios

  1. preciosa historia Josa y muy bien contada. Tienes un don conmigo y es que haces que me imagine en la piel de esos personajes y me he visto conduciendo sola mirando a la casa llorando y bebiendo ese vino en el bar pero lo peor ha sido llegar a casa y ver la cara de ese hombre sonriendome mientras me daba la copa de vino. Pobre Carmen

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  2. Nunca se imaginaba a sí misma en un palacio elegante, ni en una playa paradisíaca, ni siquiera en compañía de alguien especial… Ella tan solo se imaginaba fuera de allí, lejos de esa casa a la que no quería regresar nunca más y donde no pudiera oír esas palabras que entraban en sus oídos como cuchillos recién afilados. Por eso huía, para no oírlos más, pero esos ruidos estaban ya dentro de ella. QUÉ PASADA

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  3. realmente escalofriante lo de ese hombre que es un hijo de puta como no he visto leido ni escuchado nunca. es un verdadero sicopata que es capaz de hacer una alcoholica a su mujer por tal de que no le deje. ay que ser muy cabron

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  4. Y pensar que en esta vida es cierto que existen mujeres tan maltratadas por sus maridos que en vez de ver su casa como un hogar lo ven como un tremendo infierno. Que pena terminar las horas de trabajo y no desear volver al hogar dulce hogar, pues para estas mujeres no existen estos hogares. Es una lastima que estas mujeres se sienten tan desvaloradas que en vez de pensar en volver a empezar una nueva vida prefieren «que su coche se haga chatarra y se vuelva fuego con ella dentro». De verdad que lástima que una persona desee la muerte sin importarle nada, por que realmente se siente tan mal, tan bloqueada que su unica solución es morir. Una pena también la pobre de Carmen que necesitaba estar borracha para continuar con su vida. Que asco de José y de todos los indeseables que son como José.

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  5. estoy de acuerdo contigo María.jose. muchas mujeres sufren en este momento maltrato y lo peor es que hay mujeres que ni lo saben. el maltrato físico es horrible pero es visible …pero el maltrato sicológico??? como explicar que una mirada, un silencio paralizan ???? carmen dejo de querer y eso le hará ver las cosas de otra forma. pero tienes que dejar de querer para alejarte de lo que te hace daño ?ese es el error.mujeres que aman demasiado. quien elige a quien? la víctima al verdugo o al contrario?.quieren sacar el lado bueno de esas personas.con su amor. dando todo por el .pensando que hará lo mismo y al final …se quedan sin nada .vacías.y ellos chupadores de su energía de su alegría de su todo….aún dicen….sacas lo peor de mi !!!!!!!! tú haces que sea así.!!!!!

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  6. Dios Susana es tremendo eso que dices. Estés donde estés y seas quien seas sigue adelante y lucha. Se ve que has sufrido lo tuyo. Un beso y otro a Josamotril por estas cosas que nos dejan helados

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  7. Qué cosas escribes. Pasas de un lado a otro , de lo oscuro a lo visible, de las risa al llanto, de lo erotico a lo serio. A mí me tienes enganchadita a diario

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