HACE VERANO: LA CHICA DEL INSTI (desvarío mental)

En el patio del instituto se pasaba las horas mirándola, a escondidas siempre, mientras ella era ajena a él y al universo que ella misma había creado al rededor de sí misma. Todos eran planetas a su alrededor, y ella era el mismo sol que a todos iluminaba y que, al mismo tiempo, oscurecía. Y él, siempre lejano, siempre en silencio, era el último de los satélites, ese al que apenas llegaba su luz y del que ni sabía su existencia. Observándola día tras día se daba cuenta de muchas cosas que ni ella era consciente de tener… Por eso le gustaba tanto mirarla, y por eso no tenía miedo de hacerlo. Era en esas miradas furtivas donde él mismo – solo él – podía escuchar a su corazón, que dejaba de latir para, simplemente, gritar su nombre…

Y nunca se cansaba de buscarla. En el patio, en la cafetería, en la calle… A la entrada, a la salida, y nunca se desanimaba si no la veía. Él siempre sabía que tarde o temprano aparecería, andando a lo lejos, acercándose hasta allí, día tras día, mañana tras mañana, tarde tras tarde. Ella no lo sabía pero él siempre estaría allí, siempre esperándola, aunque nunca le dijera nada. Mirándola – siempre lo hacía sin que ella lo supiera – se daba cuenta de lo mucho que le gustaba, de lo mucho que le distraía, de lo mucho que la disfrutaba en sueños despiertos, de lo mucho que era sin creer ser… También se daba cuenta de que lo suyo – su historia –  nunca empezaría, ya que esa sería la única manera de que no terminara jamás.