La mano de ese hombre no era tal. Sus dedos eran perpetradores de placeres que nublaban la vista de esa mujer que, aunque quería decir que no siguiera avanzando, en realidad gritaba que siguiera hasta el único final feliz que se conoce
Ella era más tímida pero le empezó a gustar el juego a través de la ropa… Acariciar e imaginar sobre la tela hacía todo más sensual. No solo se dejó acariciar por él sino que ella misma acertó a dejar escapar sus propias manos y su imaginación.
– no hables… Hazme tuya – le dijo finalmente, cuando ese hombre le dijo que el juego que empezaban se hacía peligroso… Quizás demasiado. Lo realmente peligroso sería – pensó ella – no terminar de calmar aquel calor que dolía aunque no quemara.
Finalmente las ropas se hicieron, primero hojas de otoño, cayendo lentamente, y después alfombra que pisar con sus pies descalzos… Al final se hicieron rastros, huellas, que ellos mismos fueron dejando en la arena de la playa, que era aquella interminable escalera que conducía a la habitación de la que ya nunca saldrían.
Ella, como licántrpo hambriento, cazó y devoró a su presa, sin hacerle daño, llevándolo hasta la inmortalidad, y él se sintió el más poderoso de los nocturnos inmortales, a la espera de cazarla
Él le sacó un nuevo billete con dirección a esa lejana ciudad llamada Extasis… Un billete de ida y vuelta, un billete de vuelta e ida, pero del que no haría uso nunca más
En el trayecto, la luna llena que había en la boca de ese siniestro y bello hombre descubrió su licantropía, y ella misma se dispuso para el combate que sabía que terminaría ganando
Dos cuerpos se hicieron uno solo, dos bocas se hicieron manantial, y piernas entrecruzadas hicieron un bosque donde las almas errantes se perdieron para siempre
Y como siempre, la ciudad se apagó tenuemente para ellos, para que solo existieran los sonidos de la carne, y los aromas de la sangre
La mujer lobo despertó
Todo había sido un sueño, pero tan real que prefirió seguir durmiendo. A estas alturas de su vida, mejor soñar su vida que vivir sus sueños. Allí, tras las puertas de sus ojos cerrados él podía entrar y salir… ¡cuando ella decidiera.
Y su vida siguió, y a su lado siguieron los dos, aunque solo uno disfrutara de ella… Al menos eso era lo que ella pensaba
sin habla
Me gustaMe gusta
[…] DESVARÍO MENTAL EN IMÁGENES […]
Me gustaMe gusta