Esa mujer era igual a muchas cosas… Tantas que le conseguía desconcertar como ninguna otra cosa. Por la mañana se parecía al agua de la ducha donde quería bañarse, a medio día se parecía al vino que tomaba mientras comía, pero era de noche cuando todo cambiaba… De noche todo era distinto. Por la noche, ella, sin pedir permiso ninguno, al igual que hacía la misma noche con su manto, deambulando adrede por su habitación, se desparramaba por sus sueños y hacía que todo fuera de otro color diferente al de la oscuridad. Ella iluminaba sus sueños.