ese era uno de esos días extraños en los que en su interior se empezaba a formar una extraña tormenta de nubes negras, fuertes rachas de viento y lluvias torrenciales… A lo lejos, a la altura del mismo corazón, y recorriendo sus venas, amenazaba un tornado que empezaba a formarse con el rostro de ella, la mujer a la que, en breve, asesinaría con sus propias manos… Ella y su amante habían despertado en él la tormenta perfecta, esa que se sabe que es ingobernable, y de la que es imposible huir. Después… Después ya nada.