Siempre andamos, por la vida, esperando a otra persona para que nos ayude a saltar y realizar ese que, sin duda, es el más difícil todavía, en el trapecio de la vida, y, a veces, es mejor no saltar, y quedarse donde uno está, sin correr riesgos innecesarios que además sabes que sólo conducen al estrepitoso suelo.
A veces, quedándote sentado en tu cuerda, y observando el paisaje desde arriba, demuestras más valentía que saltando, y hacerlo con los ojos cerrados, a ver lo que pasa.
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la eterna disyuntiva de qué hacer o qué no hacer
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