En un día de lluvia pediría ser la lluvia que te mojara, y así poder entrar en ti a través de tu piel, de tus ropas mojadas, o incluso de tu boca. Y pediría también ser esa misma lluvia que, después, cayera desprendida de tu cuerpo y que finalmente pisaras descalza, y sobre la que bailarías llena de gozo.