Granada, 26 de Agosto de 1926
Como hace buen tiempo, las señoritas de Granada se suben a los miradores encalados para ver las montañas y no ver el mar. Las rubias se ponen al sol y las morenas a la sombra. La de pelo castaño están en el primer piso mirándose en los espejos y poniéndose peinillas de celuloide.
Por las tardes se visten con trajes de gasas y sedalinas vaporosas y van al paseo, donde corren las fuentes de diamante y hay viejos suplicios de rosas y melancolías de amor. Luego se hartan de pasteles y bombones de chocolate en una tienda quie se debía llamar París de Francia pero se llama La Pajarera.
La vida social de Granada es prodigiosa de poesía y putrefacción lírica. La flora mediterrántea brilla aquí con toda la delicadez de sus grises maravillosos. Pitas y olivos. Pero las señoritas de Granada no quieren al mar. Tienen grandes conchas de nácar con marinas pintadas y así lo ven; tienen grandes caracolas en sus salas de estrado y así lo oyen.
Dichosa tú, Ana Maric, sirena y pastora al mismo tiempo, morena de aceitunas y blanca de espuma fría ¡Hijita de los olivos y sobrima del mar!
La vida social de Granada es prodigiosa de poesía y putrefacción lírica.
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