
Y ella, cansada de todo y de todos, se adentró en el fondo de su propia alma para encontrarse consigo misma, para olvidar todo lo que había fuera, y para descubrir rincones ocultos que nunca antes había visto… Y en medio de aquella belleza azul, en medio de aquel mágico silencio, descubrió millones de objetos mentales que la habían ayudado a estar allí. Allí pudo descubrir sonrisas atrapadas, caricias olvidadas, besos encadenados que apenas recordaba, y miles de beldades que había recibido en su vida por parte de aquellos que, aunque ya no estaban fuera, seguían dentro, ayudándola a forjar su propia leyenda. Y allí se quedó sin palabras, temblorosa, iluminada de nuevo, e ilusionada como aquella chiquilla que hacía ya mucho dejó de ser.
Allí, en lo más profundo de su propia alma, se encontró de nuevo con su primer mejor amigo, con su primer beso, con el segundo, incluso con el vigésimo – ¿tantos había dado? – se preguntó sorprendida. Allí se encontró también con la primera amiga con la que viajó, con el primer hombre con el que yació desnuda, con aquel tío que hacía mucho que escuchaba, con aquel compañero de universidad que le robó el corazón, con su abuelo tan querido y casi olvidado, con aquella boda que tan mal salió al final, y con millones de situaciones hermosas de las que solo ella era protagonista, convirtiendo a los demás en sus acompañantes… Aquello era un precioso museo que ella misma había ido coleccionando pero que muy pocas veces había tenido la oportunidad de visitar…
Y es por eso el título de este post…
ese viaje no se puede hacer hasta que tus padres no se hacen mayores, o algo peor. Son ellos los que nos lo impiden hacer con su manía bendita de protegernos. Gracias josa por tu blog. No todo el mundo es capaz de regalar su tiempo, su espacio, y su talento de forma desinteresada como tú haces. Gracias, gracias y gracias.
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jo
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precioso viaje sin duda
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