
Hace poco una joven (muy joven) me dijo que había días en los que se sentía mal, triste, y abatida. Después me preguntó qué podía hacer cuando se sentía así… Me preguntó si yo, como persona mayor que era, conocía algún remedio eficaz contra su tristeza. Me dijo que nunca sabía qué hacer para no estar así, o qué tomar para sentirse mejor. ¿Tomar? – su pregunta me abatió al principio, lo reconozco. Después, me sentí culpable. ¿No nos damos cuenta de lo mal que lo estamos haciendo? ¿Tomar algo por un mal momento puntual? ¿Cómo una joven – tan joven – puede pensar eso? ¿No será culpa nuestra, como todo lo que les pasa?
La tristeza – le dije – es otra parte de la vida, como lo es la alegría, y hay que saber sentirla, vivirla, y, por supuesto, aprender de ella. ¡De pocas cosas se aprenden tanto! Y, cuanto antes, hay que buscar la manera de salir de ella. Querida joven: la tristeza es parte de la vida, y todos la hemos sentido alguna vez… Y todos la volveremos a sentir.
– ¿Quieres saber qué puedes tomar? – Le contesté finalmente – Toma la mano de una amiga, o amigo, o de alguien cercano. Eso siempre ayuda… Y, si no, siempre puedes tomar las de Villadiego.
la tristeza es parte de la vida, y todos la hemos sentido alguna vez… Y todos la volveremos a sentir.
Que verda más verdadera y triste
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