
Ese año no tenia ganas de celebrar la Navidad. Había sido un año duro, y parecía que había poco que celebrar. Ese año faltaba él, ese que había hecho que todas sus navidades fueran mágicas… ¿Cómo iba a tener ganas de celebrarlas?
Entonces miró a sus dos hijos sentados en el sofá. Parecían aburridos. ¡Era Navidad!
Entonces se acordó de ese que faltaba, y pensó, mientras recordaba las mágicas navidades de su infancia: ¿Acaso crees que él tuvo ganas de celebrar la Navidad todos los años? Seguro que no. Pero lo hizo… ¡Por su mujer, y por sus hijos!
-¡Chicos! – gritó a sus hijos, sonriéndoles, y ABRAZANDOLES, mientras sonaba un alegre villancico en su viejo tocadiscos – ¡FELIZ NAVIDAD!
A las Marisas