Qué fácil nos resulta no hacer nada para que los demás lo tengan fácil también… Qué difícil es hacer que los demás lo sigan teniendo difícil.
Qué fácil es utilizar un adjetivo que minimice todo y nos sirva para mirar hacia otro lado.
Qué fácil es llamar loco a alguien, y usarlo como excusa para no hacer nada por él… Después de todo, nadie puede hacer nada por un loco, ¿verdad?
Qué fácil es también ponerle una careta, hacerlo invisible a nuestro dolor, y abandonarlo a su suerte… a su mala suerte.
Qué fácil es no hacer nada por intentarle ayudar a quitarse esa máscara, que parece más una losa, aunque sea solo para intentar ver lo que hay detrás… o para ver a quien hay detrás… ¡Siempre hay alguien pidiendo auxilio!
Qué fácil es dejársela puesta, alejarse de él con tranquilidad, y dejarle solo, a su suerte, con esa máscara cómoda para nosotros, y cruel para él, pero que nadie le ayudará a quitar.
Qué fácil es no ahondar en los problemas de la gente, y seguir adelante con los nuestros. Qué fácil es seguir llamando loco a alguien, y dejarle en su locura, aunque esta tenga cura.
Qué fácil es no querer averiguar si realmente es un loco, o, si entre todos, lo hemos vuelto así. Qué fácil es no preguntar por qué se ha vuelto loco. Qué difícil es detenerse un momento, apartar esa máscara, y preguntarle a él.
Qué fácil es buscar un adjetivo que nos deje más tranquilos, y apartarlo así de nuestra tranquila vida… Qué fácil es coger el camino del medio.
¡Qué fácil es hacer que los demás lo sigan teniendo difícil! Y eso dice mucho de nosotros, pero poco bueno.
pues no creo que tú seas uno de esos. Al menos cuando te conocía
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Que fácil es……
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lo fácil sería revertir la situación porque es lo natural: ayudarnos
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gracias de parte de un pobre loco
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