Los niños jugaban en la plaza como un día cualquiera, pero ese día no era un día cualquiera para dos personas que, sentadas en un banco, observaban la maravillosa,y casi milagrosa, estampa. Los niños corrían y saltaban, haciendo caso omiso a todo lo que no fuera ese momento. ¿Deberes? ¡Ya los harían después! ¿Ducha? ¡Ya se ducharían después! ¿Merienda? ¡ya merendarían después… O mañana! Su misión era la de pasarlo bien, aprovechar los rayos de sol que pronto se marcharían, y disfrutar de las risas “contagiantes” de sus mejores amigos momentáneos.
Los chichos hablaban en corro, tirados en el suelo, bebían de sus aguas, y comían sus palomitas… ¡Se lo pasaban bien sin más! Después jugaron a carreras, y “al escondite” y se perdían por las plazas mientras sus padres intentaban tenerlos localizados. Algunos no recordaban lo que era tener esa libertad de poder dejar a su hijo un rato a solas, sin vigilarle constantemente con el corazón cogido entre sus puños, y por eso todo era tan especial ese día… A pesar del miedo aún presente… ¡Ese no se iba nunca!
La maravillosa tarde pasó para ellos casi tan bien como para su hijo, que parecía justo lo que era: un niño más. Por fin podían estar un rato sin estar pendiente de él constantemente. Y cuando digo “por fin” no me refiero a poder tener un rato para ellos – que no lo necesitaban – sino por ver a su hijo por fin de forma autosuficiente, y acercándose un poco más al ansiado objetivo final … ¡Convertirse en super héroe no es un trabajo fácil ¿verdad, Virginia?
Fue al final de la tarde cuando llegó el momento más hermoso de todos. Los niños parecían discutir entre ellos – de forma amigable, como solo saben discutir ellos – y todos los padres se acercaron para ver qué había pasado. Los niños discutían los unos con los otros. Para su juego habían hecho dos equipos, y el equipo perdedor no parecía muy conforme con el resultado.
- No es justo, no es justo . Vosotros jugáis con ventaja
- ¿ventaja? – preguntó uno del equipo contrario – somos tres contra tres, yo no veo ninguna ventaja
- Ya, pero vosotros vais con Marcos, y nosotros no
- Seguimos siendo tres contra tres
- Ya, pero Marcos va en su silla de ruedas
- ¿Y?
- ¿y? pues que él corre y corre, y nunca se cansa, y nosotros sí…
Los padres del niño “acusador” miraron a los padres de Marcos como con un poco de vergüenza, intentando disculparse por las palabras de su hijo, pero los padres de Marcos sonrieron, lanzando un guiño cómplice, y contagiando con su sonrisa a los demás, mientras todos pensaban lo mismo:
“Bendita inocencia infantil”
PDTA: LOS NIÑOS DICEN LAS COSAS COMO LAS PIENSAN, SIN FILTROS, Y ESO HACE DAÑO A VECES. PERO NO A LOS OTROS NIÑOS… ENTRE ELLOS SE ENTIENDEN PORQUE SE OYEN CON LOS OÍDOS.EL PROBLEMA ES DE LOS MAYORES: NOS EMPEÑAMOS EN VER CON NUESTROS OJOS DE ADULTOS LO QUE DICEN LOS NIÑOS, EN LUGAR DE UTILIZAR LOS OÍDOS PARA OÍRLO, COMO HACEN ELLOS.
¡CUANDO SE HABLA HAY QUE OÍR, Y NO MIRAR!