LOS AMANTES: CAP 16: DE COPAS

Javier y Esther tomaban una cerveza, sentados en la mesa de su bar favorito, mientras esperaban a sus amigos.
Esther acababa de llegar de un nuevo viaje de trabajo, y allí, mientras charlaban, tocaba y acariciaba la mano de su esposo, intentando recuperar un tiempo perdido.
Él, en cambio, estaba bastante frío, como ausente.
Esther le contaba cosas de su viaje – no todas. Algunas no se podían contar – y Javier la escuchaba, aunque su mirada se perdía en la puerta cada vez que esta se abría.
Estaba ansioso por poder verla de nuevo, a pesar de no haber pasado ni tres horas desde su primer y, a lo mejor, único encuentro. Si Esther supiera…
Por fin llegaron.
Al verles, cogidos de la mano, entrar en el bar, se sintió extraño, incluso podría decirse que celoso.
Ella, que notó cómo su mirada se clavaba en sus manos entrelazadas, no dudó en soltarse de su marido, y ruborizarse. Volvió a sentirse mal consigo misma, como sucedió en la ducha un rato antes de salir de casa.
No le quedó más remedio. Tenía la sensación de oler tanto a él que creyó que hasta su marido podía olerlo con total claridad.
Bajo el agua lloró desconsoladamente, rió también, histéricamente, y su mente subió a un carrusel de emociones imposible de controlar.
Recibiendo las gotas de agua le recordaba perfectamente, y podía volver a saborear esos besos – a boca llena – que aún seguían allí, esas caricias por todo su cuerpo, y esa manera salvaje de poseerla. Sólo con imaginarle de nuevo dentro de ella conseguía electrificar todo su cuerpo.
Se acercaron a la mesa y se saludaron. Dos besos y un apretón de manos.
Al besar a Marga le pareció percibir aún ese aroma sexual que a él acompañó durante toda la tarde y no fue capaz de quitar, a pesar de haber pasado por la ducha varias veces.
El miedo a que les descubrieran era patente. En ella más que en él. Incluso al besarse en las mejillas creyó rozar sus labios, ante los demás.
Y es que ella estaba tan nerviosa que le temblaba la cerveza al levantarla de la mesa.
En todo momento evitaba enfrentar su mirada a la de Javier, pero este no hacía otra cosa que buscarla.
Pero Marga no le miró ni una sola vez… No encontraba las fuerzas necesarias para hacerlo después de lo que había pasado entre ellos. Y, además, había sido ese mismo día por lo que todo estaba aún muy vivo a su alrededor.
Por fin lo habían hecho. Después de tanto tiempo deseándose y haciendo el amor en la distancia había sido capaz de convencerla.
Aún no podía terminar de creerlo, si no fuera porque el aroma de su perfume carnal aún seguía depositado en cada uno de los poros de su piel.
Y todo había sido tan maravilloso como había estado imaginando durante esas inacabables semanas de amores solitarios y de sexo sin compañía.
Aún podía recordar ese primer abrazo en el oscuro y frío salón, ese primer contacto de sus labios y esos primeros roces de sus manos sobre unos cuerpos deseosos.
Mirándola podía recordarla, subida sobre él, contorneándose, haciendo el amor y ocultando unos gritos que no deseaban permanecer aprisionados.
Pero, si algo recordaba era la despedida en el parking, al bajar del ascensor.
Él la besó tímidamente, como temeroso de que le rechazara, pero ella abrió la boca, aceptó el beso, y devoró la suya con una pasión indescriptible… Era como si supiera que ese sería su último beso.
Pero ella seguía sin mirarle, y estaba rara… muy rara.
Marga no era capaz de quitarse de la cabeza la imagen de ambos desnudos, cabalgando en las olas del placer, sin miedo alguno, decidiendo dar libertad a un cuerpo que tanto lo necesitaba.
Pero los reproches – que sabía que llegarían – lo estaban haciendo en ese mismo momento. ¡Y de qué manera!.
En el centro comercial, con Carlos, había olvidado todo. Al menos el peso de la culpa.
Toda la tarde había estado flotando en el aire, suspendida en una nube de placer de la que nadie podría bajarla, y eso hizo hasta que estuviera mejor con el propio Carlos, con quien incluso hizo el amor antes de salir de la casa.
Un Carlos atónito, por lo inesperado, y por lo diferente del acto realizado no podía disimular el placer recibido.
Javier notó ese aire diferente en su mirada. Y lo reconoció en seguida. Y le odió durante unos minutos.
Pero era allí, al verle de nuevo junto a su amiga, cuando todos los miedos escaparon de sus escondites y salieron a la luz.
Si no le miraba era por no sucumbir de nuevo a lo que ahora creía que eran sus más bajos instintos.
En la ducha de casa, recordando cada instante vivido junto a él, todo era poético. Allí ella lo era todo, en sus brazos, en cada uno de sus besos, en cada roce con su piel dura y suave a la vez.
El reflejo de su aterciopelada mirada mientras la hacía gozar como nunca antes había gozado, le fundía en un mar de calor del que no quería salir, para permanecer en sus aguas para siempre.
Estando juntos habían crecido una serie de sensaciones que guardaba sin ella saber donde, y que, con cada beso, no habían hecho sino apoderarse de sentimientos antiguos y arraigados que terminarían por sucumbir ante la cruel realidad.
Ese hombre había puesto ante ella un nuevo mundo del que ya no quería salir, un mundo que ella misma podía amoldar si lo quisiera, pero que allí, en el bar, se empezaba a difuminar.
Nadie – pensaba evitando mirarle – ni siquiera él mismo, iba a creer en algo tan efímero y peligroso como excitante y lleno de vida. Cosas así no existían en la realidad y todo se perdería para siempre cuando al día siguiente despertara oliendo a el, pero él no estuviera a su lado, sino sobre la mujer a la que debía casi una vida entera.
Sí, los reproches habían aparecido, y supo que tenía que poner fin a la más deliciosa de las locuras que jamás había cometido.
Ese hombre que tenía frente a sí – por fin le miró – era el hombre más hermoso con el que había retozado jamás. Nadie  nunca la había hecho sentir mujer como él, haciéndole olvidar todo.
Por primera vez había sido un animal, no una persona, y había disfrutado de una sexualidad plena al cien por cien.
Allí no habían existido modales, ni siquiera sensualidad… Todo había sido la más cruda de las lujurias, vestida de pasión. También hubo mordiscos disfrazados de besos, babeadas confundidas con salivas alcalinas, y unos cuerpos buscando el límite del placer, que no era otro que el propio dolor.
Mirándole de nuevo se detuvo en sus ojos brillantes. No habían perdido la fuerza de esa mirada que guardaba. Era la misma que clavó en su corazón cuando hacían el amor de esa forma tan salvaje.
Allí vio que realmente ese hombre la amaba, y ella sintió que quería amarle también. Por eso era precisamente lo que le atormentaba, y lo que tanto temía.
No podía dejar de mirarle. Y hasta consiguió sonrojarle. Ella hizo lo mismo, y tuvo que ausentarse.
Marga entró en el baño mientras ellos dejaban el bar y seguían al camarero hasta el salón.
Marga se miraba en el espejo. Ese hombre había hecho que volviera a verse hermosa. ¡Y qué hermosa se veía!.
Se peinó el flequillo, se echó un poco de agua en el cuello, y abrió un botón más de su camisa, observando la redonda silueta de esos senos que aún guardaban restos de ADN de su amante.
El sonido del móvil la detuvo en su inspección.
 
NUEVO SMS. ACEPTAR.
– “amor mío. Cómo te deseo. Estás más guapa aún que esta tarde”
 
No pudo evitar la sonrisa, al igual que ese latigazo de placer que aún recorría todo su cuerpo, desde el cuello hasta el talón, y cogió su móvil.
 
“me tienes a mil por hora”
¿ENVIAR SMS? ACEPTAR.
 
Al entrar en el salón todos la esperaban tomando vino. Javier, sonriéndole, guardaba el móvil en su chaqueta. Ella le sonrió también. Por fin empezaba a sentirse mejor… y hasta más segura.
En la cena siguieron el protocolo de siempre. Javier y Marga se sentaban juntos, y frente a ellos Esther y Carlos.
Siempre lo habían hecho así, desde que Carlos y Marga se hicieron novios. Según ellos era una manera de actuar s

5 comentarios

  1. Como siempre estupendo un capitulo que te engancha desde el principio hasta el final. Me gusta como se expresa los sentimientos de Marga mientras se duchaba «bajo el agua lloro desconsoladamente, rio histericamente…» y me gusta como Marga se suelta de la mano de Carlos cuando vio a Javier por que no quiere darle celos y muchas cosas más que me han gustado. Estupendo.

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