LOS AMANTES: CAP 36: ¿PILLADOS? (tercera y última parte)

Sin título

“Javier, tenemos que dejarlo. Esto ha llegado demasiado lejos y no puedo controlarlo. Al principio era divertido, pero ahora no. Estoy aterrada. Creo que me estoy enamorando de ti, y tú sabes como yo que nosotros no podemos estar juntos. Lo siento. Pienso en ti todo el día. Estoy enamorándome de verdad, y esto deja de ser un juego para mí. Espero que me entiendas pero yo no puedo seguir así, sabiendo que estamos engañando a los dos seres más queridos. Lo siento Javier, de verdad. No puedo, no puedo, no puedo ¡no puedo! Te deseo tanto que no consigo controlarlo. Espero que me entiendas, cariño. Necesito que dejes de buscarme. Hazlo por mí. Por favor, te lo suplico, te lo imploro. Estoy llorando”
 
Javier no podía creerlo. Leyendo el mensaje de texto se sintió raro. Marga, como siempre había temido, se sentía mal por todo lo que estaba pasando. Esa mujer no era como él, ni siquiera como ella misma había intentando parecer esos últimos meses. Marga era una niña que había despertado tarde… Demasiado tarde, y no podía seguir jugando a un juego que podría acabar con su vida. Lo que en un principio se había convertido en un juego era algo más. Ella había empezado a amarle, si no le había amado desde el primer día, y no era mujer que creyera en dos amores al mismo tiempo.
De repente todo su mundo se estaba desmoronando. Ella siempre se prometió a sí misma – y siempre lo había hecho en serio – que jamás podría acostarse con otro que no fuera su Carlos, el gran amor de su vida, y menos con el marido de su mejor amiga, y ambos mandamientos los había incumplido.
Ella seguía queriendo a Carlos, y podría ser que incluso más que antes, ya que precisamente por él, y por su felicidad, estaba dispuesta a acabar con el gran sueño de su vida. Era la primera vez que se sentía mujer, que se sentía carne, que su cuerpo volvía a florecer, que volvía a arreglarse frente al espejo, que volvía a acariciarlo, que volvía a sentirlo… Y estaba dispuesta a dejarlo todo por amor… Por amor y por lealtad.
Javier era el mejor amante que tendría jamás. Nunca otro hombre podría hacerle sentir todo eso que sentía solo al pensar en él, ni siquiera ella misma, pero toda esa locura, esa pasión, y ese amor sin frenesí terminaría acabando con ella y con toda su vida.
Ella no podría dejar a Carlos, a su Carlos. Tampoco podría pelearse con Esther, con su Esther. Ellos eran su vida, y Javier no era más que un error… Un gran error. Eso sí, era el error más bonito que había cometido en su vida, pero como tal tenía que dejarlo marchar. Sabía que no podría borrarlo, que siempre estaría ahí, pero tenía que rectificarlo antes de que acabara con todo, incluido con ella.
Javier no pensaba igual. Marga era vida y era pasión. Él era un hombre carnal, y en su matrimonio siempre lo había sido, pero últimamente todo había cambiado. Ese último acto con Esther, en el hotel donde siempre iban en su aniversario, se lo había demostrado. En su cabeza y en su cuerpo solo estaba Marga, y no pensaba renunciar a ella. Además, él no era como Marga, ni mucho menos. Él sabía que Esther le engañaba puntualmente, incluso lo aceptaba, porque su mujer era incluso más adicta al sexo que él. Javier nunca había sido infiel a Esther, a pesar de sospechar de las infidelidades de su esposa. Esther le había dado siempre todo lo que él necesitaba – incluso más – pero últimamente todo había cambiado. Seguía queriéndola, pero la figura de Marga ocupaba las veinticuatro horas de su vida.
Se levantaba pensando en ella, trabajaba pensando en ella, hacía todo pensando en ella, y era ella la última cara que veían sus ojos antes de cerrarse por las noches. Él no estaba dispuesto a dejarla escapar porque la necesitaba… Y ahora, la necesitaba más que  nunca.
Pasaron dos días enteros sin saber nada el uno del otro. Marga no dejaba de mirar el móvil a todas horas, y siempre buscaba una excusa para no llamarle o para no mandarle un mensaje. Cada vez que el teléfono sonaba corría desesperada a por él, pero nunca era la llamada que tanto esperaba. Tan asustada, excitada y necesitada estaba de él que llegó a borrar su número de teléfono para no caer en la tentación de mandarle un whasap a cualquier hora. Después, siempre se arrepentía de haberlo borrado. Javier estaba tan inmerso en su trabajo que apenas si tenía tiempo para ella. DE todos modos ella estaba en su trabajo, porque no salía de su pensamiento, pero la fecha se había echado encima y no le quedaba más remedio que trabajar y trabajar, y aprovechar todas esas horas que había perdido precisamente por estar con ella. Su jefa le había llamado ya varias veces exigiéndole el final del proyecto porque la fecha había vencido ya.
Una de esas tardes, después de un relajante y sensual baño de espuma – siempre a solas – Marga fue sorprendida por Javier, que había ido hasta allí para acabar con tanta zozobra y necesidad.
– ¿Qué haces aquí? – preguntó asustada, aún con la toalla puesta en la cabeza como si fuera un turbante, y tapando su cuerpo, aún mojado, con ese albornoz blanco que tan bien le sentaba
– tenía muchas ganas de verte – dijo sonriendo mientras ella se ocultaba tras la puerta
– estás loco. Dijimos que no nos veríamos más… Y menos en casa – dijo ella entre susurros, mirando a un lado y otro del largo pasillo, e invitándole a pasar
– ya lo sé, preciosa – dijo él, entrando en el piso, y abrazándola cuando la puerta se cerró
– aquí no puedes estar, insensato – dijo ella, intentando separarle de su lado, pero sintiendo ese olor que tanto echaba de menos y que, por fin, tenía tan cerca
– ya lo sé, pero es que necesitaba verte, necesitaba olerte ¿sabes? – dijo, alargando su mano por debajo del albornoz y acariciando su desnudez aún mojada
– Javier, no – ella intentaba luchar para sentirse por una vez vencedora – aquí no puede ser
– ya lo sé. No te preocupes – le decía mientras besaba su cuello y sus manos pellizcaban sus muslos calientes – me voy a ir rápidamente
– te vas a ir ya – dijo ella muy seria, apartándole de su lado violentamente
– ¿qué te pasa?
– ¿qué te pasa a ti? – preguntó ella, casi a punto de echarse a llorar, dominada aún por la zozobra provocada entre el miedo y la excitación
– no podía trabajar, ni hacer nada. No podía concentrarme… te necesito ¿sabes?
– y yo a ti. Y más de lo que me gustaría, pero no puede ser. Al menos aquí no
– ¿de verdad me necesitas tanto? – preguntó maliciosamente, acercándose a ella y acariciando su mentón mientras observaba esos senos dibujándose a través del escote del albornoz casi abierto
– más de lo que quisiera. Ya te lo he dicho
– ¿Y eso es bueno o malo?
– pues no lo sé, pero no creo que sea muy bueno
– ¿por qué?
– porque no es solo deseo, como al principio. Ahora deseo estar contigo a todas horas. Deseo dormir contigo, despertarme contigo, comer contigo, trabajar contigo, bañarme contigo, ¿lo entiendes?
– claro que sí. A mí me pasa igual
– pues por eso mismo tendríamos que hacer algo ¿no crees?
– ¿y hacer qué? – preguntó un tanto asustado – ¿no estarás hablando de…?
– sí… tendríamos que relajarnos. Dejarlo por un tiempo
– ni hablar, querida – le dijo besando de nuevo su cuello, abriendo lentamente su albornoz, y disfrutando de una desnudez que le hacía perder la razón.
Ella, sabedora que había vuelto a perder el combate, echó el candado de seguridad de la puerta, y se dejó hacer, disfrutando una vez más de un sexo tan salvaje como placentero. La tensión del momento podía verse a través del cuerpo del otro. Ellos se miraban, y se besaban, pero, sobre todo, se sentían. Él metió su rodilla derecha por entre sus muslos desnudos y ella, para hacer todo más rápido, ladeó la pierna para entrar en contacto con la bragueta de ese duro pantalón vaquero por donde ya empezaba a sentir su excitación. De pie, echada sobre la misma puerta de su casa, dieron rienda suelta a un nuevo ritual que siempre sabían cómo empezaba, pero nunca cómo terminaba. Se besaron y se acariciaron… Y ella desabrochó su pantalón con toda la urgencia del mundo. Una vez en su mano, jugó con él, y lo hizo suyo, demostrándole lo mucho que lo había estado añorando. Javier masajeaba sus pechos con violencia mientras con la otra mano agarraba el culo de Marga, haciendo que la mujer apretara su cuerpo contra él.
Los dos se tocaban, los dos se besaban, y los dos gemían y se miraban, comprendiendo que bajar del cielo les costaría mucho más de lo que ambos imaginaban.
Marga estaba tan excitada que necesitaba mucho más que esas manos sobre su cuerpo.
-¡Házmelo amor mío! – le gritó, mordiéndole los labios, y abriendo sus piernas y sentándose sobre el mueblecito de la entrada. Dos velas y una lámpara cayeron al suelo. La fotografía de boda cayó boca abajo. El frío del mármol de esa mesa le heló las nalgas pero pronto sintió todo el calor de su amante, penetrando en ella como si fuera la primera vez, o mejor aún como si fuera la última. Con un ritmo cadencioso, pero con bríos, penetró en ella una y otra vez mientras ella le miraba y le pedía su boca, para besarla, para comerla, para beberla… Poco a poco las embestidas de ese hombre se hicieron más salvajes y los gritos de ambos pudieron oírse al otro lado de la puerta. Ambos disfrutaron de ese sexo salvaje que tanto añoraban y con el que ambos habían estado fantaseando esos días, hasta que el final de ambos llegó, quedando exhaustos sobre esa mesa de la que ninguno de los dos quería bajarse.
Una hora  más tarde, después de mil lágrimas derramadas bajo la ducha, se volvió a sentir sucia… aunque cada vez menos.
Estaba preparando la cena cuando, de nuevo, el timbre de la puerta le sobresaltó. Era demasiado pronto para que se tratara de Carlos, y dudó en abrir la puerta.
Al hacerlo descubrió a Esther, muy nerviosa, que entró en la casa como alma que llevaba el diablo, fumando como una descosida, y hablando de forma ininteligible.
– ¿Qué te pasa, querida? – le preguntó a su amiga, siguiéndola por el pasillo
– es Javier…
– ¿qué le pasa a Javier? – preguntó sonrojada. Por suerte Esther estaba de espaldas a ella y no la pudo descubrir
–  que me está engañando con una zorra – dijo muy seria
– ¿qué dices?… ya estás con tus batallitas
– no son batallitas, querida. Mira esto – le dijo, mostrándole su móvil
Sms guardado. Leer
“no te preocupes cariño. Pero creo que deberíamos vernos a solas y decirnos todo lo que sentimos por fin. Así podríamos dejarlo a lo mejor. Yo también creo que deberíamos dejar todo esto y no hacernos más daño, pero solo podría hacerlo si te escuchara decirme a la cara que me amas y decírtelo yo a ti mirándote a los ojos”
Marga se sintió morir. Ese sms lo había leído ella antes, en su móvil. Lo releyó, pero no por no haberlo entendido bien, sino por buscar una explicación que darle a esa, su amiga.
-Mira este – le dijo Esther – este es de la zorra
 
sms guardado. Leer
 
“calma podríamos tener si esto tuviera una solución para no dañar a nadie, pero esto no tiene solución cariño. Si me pides calma me estás pidiendo que deje de amarte y no quiero dejar de amarte. Por favor, dímelo tú, dime que me quieres”
 
– no sé qué decir – al hacerlo notaba que la boca se le secaba, y al elevar la mirada pudo ver la mirada de odio que tenía su amiga. Se sintió morir. Esos mensajes habían sido enviados a ella, y su amiga lo había descubierto todo. Una vez más – y ya eran muchas – volvió a desear que la tierra se la tragara allí mismo
– no tienes que decir nada. Y mira este – le dijo moviendo los botones del móvil para llegar a otro que tenía también guardado
– este es de su amante
 
 sms guarado. Leer
 
“estoy pensando en ti a todas horas. No te aparto d emi cabeza, y cuando escucho el cd  tan maravilloso que me grabaste me dan ganas de llorar. Quedaremos, pero si lo hacemos ¿no será peor? ¿no querremos más? Me da miedo.  te quiero”
 
– ¿De dónde has sacado esto? – le preguntó a su amiga, releyendo el mensaje, sabiendo que ese había sido enviado por ella hacía ya algún tiempo
– el muy gilipollas lo tenía guardado en su móvil
– no está bien espiar los móviles de nadie. Es más, es hasta un delito
– ¿te vas a poner de su parte? No me  extraña
– ¿qué quieres decir? – preguntó asustada
– no lo sé, Marga… estoy muy cabreada
– tú también tienes tus rollitos ¿no? – dijo Marga, intentando disimular su miedo y pudor
– sí, pero son distintos. Lo mío es solo sexo. Nada más
– a lo mejor a él le pasa lo mismo
– ¿acaso no has leído los mensajes? – dijo con rabia, con los ojos vidriosos – ese cabrón se ha enamorado de ella
– ¿y cómo lo sabes? – preguntó tan asustada como emocionada
– porque le conozco muy bien. Además, últimamente está muy raro. Siempre está cabreado, de mal humor, y hasta haciendo el amor está diferente
– no seas tonta. Seguramente ha sido un rollito, como tú dices
– ¿seguro?
– eso creo…
Por suerte su amiga no sospechaba nada de ella.
Javier, que era más listo que ella misma, tenía el número de Marga asignado a número desconocido, y por más que Esther lo intentó no consiguió dar con el titular de dichos y misteriosos mensajes.
– ¿Qué vas a hacer ahora? – le preguntó Marga, antes de que se marchara
– no lo sé. ¿Se lo digo o lo dejo estar?
– no lo sé. Yo creo que lo mejor sería dejarlo estar. Seguramente ya se habrá cansado. Esos mensajes son antiguos
– ¿y tú cómo lo sabes?
– pues no lo sé… me lo imagino.
Cuando Esther se marchó, después de no menos de cinco abrazos y muchos besos a su amiga, Marga encendió un cigarro y cogió su móvil.
Javier salía del coche cuando recibió el mensaje.
 
Nuevo sms desconocido. Aceptar.
 
“E. ha estado aquí. Te ha pillado mensajes. Está muy mosqueada. Creo que será mejor dejarlo estar por un tiempo. Tenemos que tener más cuidado. Ciao”

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

 

 

12 comentarios

  1. Desesperada dices ¿y tú sabes como estoy yo? pienso qeu Javier y Marga se quieren pero se han conocido tarde. Tu puedes querer a tu marido o a tu mujer y conocer a alguien qeu te atraiga en una epoca diferente de tu vida. Y cuando eso pasa no sabes que hacer. Tienes dos opciones o te dejas llevar por lo que deseas o por lo que dicta tu cabeza, y ¿quien actua mejor? pues eso depende de cada una. Tu no eres nadie para decidir por los demas

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    • Lo malo es q ya no estan sintiendo lo mismo el uno por el otro.Marga se esta enamorando perdidamente y tiene claro q ese amor no puede ser repartido entre dos hombres.En cambio Javier esta muy agusto con ella pero nunca dejara a esther.Empieza la angustia para Marga.¡NO ES JUSTO!

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  2. no estoy de acuerdo contigo Gus. Yo creo que ambos están enamorados a su manera, es decir a la manera en la que se enamora la gente hoy en día es decir sin miedos a hacer algo que antes estaba prohibido. Tu puedes querer a tu pareja pero sentir deseo por otro. Yo lo siento asi al leerlo y estoy felizmente casada y sin ninguna aventura pero me gusta esta Marga y me encanta este Javier

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  3. hola. Estoy siguiendo la historia y yo me quedo con algunas frases casi maravillosas qeu el autor escribe. Me parece una historia alucinante, muy bien llevada y totalemnte cinematográfica ya que cuando la lees parece una peli que esten hechandola por la tele. Gracias

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  4. «Estoy enamorándome de verdad», y esto deja de ser un juego para mí. Con esta frase Marga ya no puede ser más clara. Pero Javier tampoco puede ser más claro con «Se levantaba pensando en ella, trabajaba pensando en ella, hacía todo pensando en ella, y era ella la última cara que veían sus ojos antes de cerrarse por las noches. Él no estaba dispuesto a dejarla escapar». Vamos esta es la historia de dos enamorados a destiempo. Pues no solo se basa en el sexo aquí hay sentimientos muy profundos los dos se necesitan y sienten la necesidad de estar juntos a cada instante como dice Marga» Ahora deseo estar contigo a todas horas. Deseo dormir contigo, despertarme contigo, comer contigo, trabajar contigo, bañarme contigo, ¿lo entiendes?.» Vamos yo quiero el libro para poder disfrutarlo pasando las hojas. Pero fijate que si este libro se publicase me gustaria personalmene que también se publicase los comentarios que han hecho los lectores pues a mí despues de cada capitulo tambien me gusta leer los comentarios pues la verdad que hay comentarios de todos los gustos y colores.

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  5. e pie, echada sobre la misma puerta de su casa, dieron rienda suelta a un nuevo ritual que siempre sabían cómo empezaba, pero nunca cómo terminaba. Se besaron y se acariciaron… Y ella desabrochó su pantalón con toda la urgencia del mundo. Una vez en su mano, jugó con él, y lo hizo suyo, demostrándole lo mucho que lo había estado añorando. Javier masajeaba sus pechos con violencia mientras con la otra mano agarraba el culo de Marga, haciendo que la mujer apretara su cuerpo contra él.
    Los dos se tocaban, los dos se besaban, y los dos gemían y se miraban, comprendiendo que bajar del cielo les costaría mucho más de lo que ambos imaginaban.
    Marga estaba tan excitada que necesitaba mucho más que esas manos sobre su cuerpo.
    -¡Házmelo amor mío! – le gritó, mordiéndole los labios, y abriendo sus piernas y sentándose sobre el mueblecito de la entrada. Dos velas y una lámpara cayeron al suelo. La fotografía de boda cayó boca abajo. El frío del mármol de esa mesa le heló las nalgas pero pronto sintió todo el calor de su amante, penetrando en ella como si fuera la primera vez, o mejor aún como si fuera la última. Con un ritmo cadencioso, pero con bríos, penetró en ella una y otra vez mientras ella le miraba y le pedía su boca, para besarla, para comerla, para beberla… Poco a poco las embestidas de ese hombre se hicieron más salvajes y los gritos de ambos pudieron oírse al otro lado de la puerta. Ambos disfrutaron de ese sexo salvaje que tanto añoraban y con el que ambos habían estado fantaseando esos días, hasta que el final de ambos llegó, quedando exhaustos sobre esa mesa de la que ninguno de los dos quería bajarse.
    Una hora más tarde, después de mil lágrimas derramadas bajo la ducha, se volvió a sentir sucia… aunque cada vez menos.

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