LOS AMANTES: CAP 29: SOÑAR DESPIERTA

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Por suerte el mareo se pasó rápidamente, y nadie hizo caso. Ni ella misma llegó a pensar que pudiera deberse a un posible embarazo, sino que se debería al estrés de tanto trabajo y tanto miedo y excitación. Marga llevaba un mes que no dormía apenas, que no descansaba, y había hecho el amor más veces que en los casi veinte años que ya habían pasado de su despertar sexual. Desde aquella partida de ajedrez su cuerpo estaba siempre en movimiento, siempre excitado, y tanto frenesí tenía que pasar factura… Por suerte, no volvió a marearse. Todo estaba organizado ya. La barbacoa funcionando, todos con sus cervezas y vinos en las manos, y con ganas de pasarlo bien. Javier estaba terriblemente guapo con esa camiseta apretada y ese vaquero roto, apretado a sus preciosas piernas… La excitación continuaba. Ella iba vestida con un fino vestido de rayas que dejaban ver sus preciosas piernas y parte de su escote. Javier no podía dejar de mirarla. Ese vestido se lo había puesto precisamente para él, porque sabía que a él le encantaba.

Ella nunca  lo supo, y en ese día compartido con tantos otros, tampoco quiso hacerlo, pero ya antes – en realidad, mucho antes – habían hecho el amor miles de veces. Sí, miles. No exageraba un ápice – pensaba mientras observaba su preciosa cara y ese cuerpo casi demoníaco.  Allí, entre todos pensaba que cada vez que la había visto, casi desde que lo conoció, había hecho el amor con ella, siempre a través de sus propios ojos, siempre recibiendo solo sus palabras, sin caricias que escaparan de esos dedos mágicos, sin besos que no estuvieran dibujados más que en el aire, y siempre mirándola en silencio, como solo sabe hacer un amigo, y como solo sabe disimular una mujer.  Mirándola así, mientras ella bebía en compañía de los demás tuvo que reconocerlo… Él nunca supo disimularlo.

Aun así siempre creyó que nadie sabía nada, aunque algunos pudieran llegar a imaginarlo, incluida ella, pero ese día tan señalado estaban haciendo el amor delante de la multitud, rodeados de ellos, sin importarles ya nada que no fueran ellos dos. Tampoco podía siquiera imaginar los sentimientos que despertaron siempre en él cuando le miraba, aunque se mostrara distante, aunque ni siquiera le hablara. En realidad a él eso le daba  ya igual, porque ella, aunque se empeñara en lo contrario, allí era suya, y de nadie más.
Cada vez que él hablaba lo hacía solo para ella, aunque fueran los demás quienes recibieran sus miradas. Y siempre que se cruzaba con la suya, ella se la escondía,  la mostraba esquiva, hasta que, por fin, en medio de una discusión sin importancia la encontró en medio del aire que respiraban,  y ya no la soltó.Y en un momento en que le buscó con la mirada, sin importarle los demás, ni su propio rubor al recibir su mirada – el vino ya había hecho su trabajo – pudo hablarle… Incluso bromearle. Discutían sobre música cuando Eshter sacó su móvil y les puso a todos su canción y su grupo favorito. 
– Dejaros de rock, de blues, y de mierda… Nada como los Depeche… «I feel… you»  ¡Guauuuuu
Fue allí, en esa terraza de viejo suelo de pizarra, al mirarse directamente a los ojos, cuando pudo ver toda su excitación grabada en sus pupilas. Allí, en la redondez de las esferas donde se proyectaba su propia imagen pudo verlos juntos al fin. Después siguieron mirándose. Era la primera vez que ella también se atrevía a soportar el peso de su mirada, y entonces sintió esa extraña y violenta explosión en todo el cuerpo que le hacía desearla violentamente. Tiembla todo su ser cuando está ya a su lado, como esa nao a punto de hundirse en medio de la tormenta caótica. Después, al recibir por fin su mirada tibia, esa que se queda mirando su alma a través de sus ojos – eso solo sabe hacerlo él aunque creía que ni se da cuenta de ello – se desmorona su propia vida, desaparece su yo, e imagina que su boca recorre cada hueco de su cuerpo, que sus manos se deslizan por entre los demás hasta llegar a él sin que nadie las perciba, y entonces siente su tacto sobre su cuerpo y tiene que callar y sufrir.
Son sus manos multitud de serpientes que viajan por el cuerpo de los demás hasta acercarse a él y posarse lentamente, enroscándose con dulzura, paseando sin miedo y con hambre, siseando sobre la piel ya mojada, haciéndola erizar, y abriendo todos los poros hasta límites insospechados que comienzan a verter chorros de amor en estado líquido.
En esos momentos él no puede hablar, desaparecen las palabras cogidas de la mano de la cordura, y solo escucha, pero no a quien habla, sino a su alma, unida ya a la de él.
Y sus manos comienzan a acariciar sus tobillos. ¿Acaso nadie más que él puede verlo? – se pregunta asustado, emocionado y excitado –  ¿acaso nadie se da cuenta de que sus dedos ya están subiendo por sus rodillas, dejándole un rastro de calor que ya nunca se irá de ahí? ¿Acaso no se fijan que su mirada ya no es mirada, sino una fuente alcalina repleta de placeres y orgasmos primigenios que él está haciendo suyos y compartiendo?
¿Qué está pasando? ¿Acaso estáis todos ciegos?
 Y, de pronto, el lugar de celebración donde están se convierte en un horno capaz de amasar sus cuerpos y hacerlo uno, sintiéndolo tan adentro de él que casi le ahoga, robándole una respiración que para nada necesita. Su largo pelo negro, su cara de ángel malvado, sus ojos de niña caprichosa, y esos labios repletos de jugo están ya frente a él.
A ella le pasa lo mismo. Ella no deja de mirarle, de desearle, y de tratar de decirle que están haciendo el amor delante de todos.
¿Cuántos somos aquí? – se pregunta, embriagada y perdida – ¿diez, doce… trece personas…? ¡Yo no veo a nadie!
¿Pero es que nadie está viendo que sus manos ya están hundidas en la arena movediza de mis muslos? – vuelve a preguntarse – Y no quiero sacarlas, ni él quiere salvarlas, sino seguir hundiéndolas, enfangándolas, hasta llegar a lo más profundo de mi ser, que no tarda en hacerse también suyo.
Y allí, sumergida en el pantano de su ser,  él se recuesta sobre sus algas verdes y vivas, sedosas y volátiles, con las ramas de esas flores estivales que no cesan en su empeño de hacerle todo más bello e impregnado de aromas, mientras bucea por entre aguas turbias y calientes, no estancadas, y repletas de vida que él mismo está creando.
El placer es inimaginable al sentirle nadando dentro de ella, al sentirle vivo, colérico, en su interior, necesitado de ella, y él bucea tranquilo, sabedor de que allí adentro no son necesarios sus pulmones, ni siquiera su corazón.
¿Acaso no veis que ya no tengo ropa? – se pregunta ella, mordiendo el cristal de la copa de vino que ahora es saliva –  ¿Pero es que nadie ve cómo me ha despojado de mi ropa interior y cómo se la lleva para no devolvérmela? ¿No me veis desnuda? ¿Dónde estáis? ¿Hay alguien despierto…? ¡Pues que se vaya!
Ella está desorientada, deseosa, y  nada podría hacerle detener ese impulso carnal que ya es fiesta y fuego
– ¿Acaso soy yo la única capaz de verme así, tan desnuda como cuando estoy a solas frente a ese espejo donde no me gusta verme en esas mañanas que despierto sin él a mi lado. Pero hoy es diferente… Hoy, ese espejo sí me muestra al fin esa YO que siempre quiero ver, pero que nunca me muestra. Y él también me ve así, y me disfruta en silencio, quedándose cada una de las prendas que me roba, y guardándolas en los bolsillos de su nada.
Y los dos amantes vuelven a mirarse. Él está desnudo, completamente desnudo, y se levanta, acercándose a ella, sin moverse, aún sentado en esa silla… ¿Y los demás? ¿Nadie va a decir nada? ¿Nadie?… ¿Quién?… ¿Dónde han ido todos? Pero… ¿Acaso quiero realmente que volváis?
Es entonces, después de abrir y cerrar los ojos para comprobar que esto que les pasa no es un sueño, cuando vuelve a mirar hacia él y descubre que también se ha ido… Con los demás, dejándola sola, dejándola necesitada.
¿Dónde estás? – pregunta enturbiada y asustada, buscándole en su silla de donde ya se ha levantado. Y entonces vuelve a ver a todos, que hablan, que ríen, y que la ignoran. Él se ha ido. Ya no está, pero ella sigue desnuda… Él se ha llevado su ropa, su cuerpo, y solo ha dejado allí su alma.
¡No! no se ha ido – piensa de nuevo, cerrando los ojos otra vez, y dejándose se llevar por la algarabía de su interior – él está aquí, detrás de mí, sentado en la misma silla, uniendo su cuerpo al mío, y regalándome unos abrazos que nada tienen que ver con el amor de los cuentos, ni con ese maravilloso que me conforta a diario en esa casa donde me gusta vivir. 
Sus brazos la rodean, y sus dedos vuelven a cobrar vida, deslizándose por suvientre como si fueran lombrices en busca de su cálida guarida. Se convierte entonces su vientre en un campo de batalla donde descansan los cadáveres bellos de aquellos amantes que un día lucharon en nombre de su amor, y donde las raíces de sus dedos, cómo árboles, quieren penetrar para perpetrarse allí eternamente. En su suave desplazamiento nota como su piel se eriza, enfriando todo el calor que hay en su interior en la búsqueda de una salida, y sus labios van dibujando besos alcalinos sobre su cuello y espalda que ya se ha convertido en el lienzo blanco que espera la pintura que le de vida y color.
Su boca sigue respirándole, robándole restos de pieles invisibles mientras sus dedos ya están aliviando el dolor de unos pechos que nunca estuvieron tan despiertos. Sus senos adormecidos despiertan, y se convierten en fuentes de maná de las que él no tardará en alimentarse. Es su boca en su piel un órgano vivo, carnal y bañado en frutas silvestres, con pliegues sinuosos que se someten la piel, sin llegar a mostrarle si lo que esconden es pureza, o simplemente infamia…
Y deja de ver. Se queda ciega. Sus cuerpos se unen. Su pecho se une a su espalda, su vientre también, y sus piernas se convierten en la única silla que ya necesita. Cierra los ojos – que ya tampoco le sirven de mucho – y sólo siente, a través de sus otros sentidos, casi siempre dormidos.
Siente cómo, por la espalda, su espada se adentra en su piel. Y no duele… ¿Cómo va a doler sentir esa hoja caliente y seráfica, adentrándose en ella lentamente, con una suavidad casi inhumana, mística, y cómo la piel se va abriendo, impávida, recibiendo el caliente acero que va entrando más y más, hasta perderse en suvacío?
No duele, no. Perpetra placeres inimaginables, dejando dentro de ella serpientes de simiente que van siseando al ritmo de su propia respiración mientras van recorriendo huecos que tenía en su cuerpo y que van rellenando sin ella saber que antes estaban ahí.
¡Dios mío!… – llora sintiéndolo al mirarle – ¿Cómo pude decir alguna vez que no creía en ti?
Y las manos de él siguen en sus pechos, frotándolos a la espera del genio que ya ha salido hace tiempo… Y aparecen otras manos – también suyas – y van dibujando regueros de pólvora sobre su cuello, sobre su vientre, sobre sus ingles ardientes… Y aparece, finalmente, un tercer par para adentrarse lentamente en la caldera de los placeres donde enciende la mecha que nunca quiso encender, pero que ahora no puede apagar.
Y ese reguero de pólvora que él ha ido dibujando sobre su cuerpo se enciende, y su llama comienza a serpentear por las caderas, por el vientre, por el contorno de sus pechos, por el cuello, y por la cara, adentrándose por todos sus orificios hasta llegar a lo más hondo de su ser. Y allí… Explota.
Y nota de nuevo, dentro de sí, esa espada que va cortando suavemente restos de su cuerpo que ni ella conocía pero que él le hace sentir, y casi ver. La reyerta de su interior le dice que la batalla está ganada, aunque sea esa espada la que ha conseguido someterla, la que se sienta poderosa y victoriosa.
Y un tren repleto de vagones de placeres recorre las vías de su cuerpo, a una velocidad desorbitada, a punto de descarrilar en cada curva, a punto de caer de cada puente que cruza, hasta que descarrila de pronto junto a sus vísceras, en el centro de su cuerpo, provocando una sonora y colorida explosión que casi le hace caer de la silla mientras todos siguen ajenos a lo que allí está sucediendo.
El colorido de las llamas, y la onda expansiva no encuentran salida, y se reparte violentamente por su interior – por todo su interior – llenándola de gozos desconocidos que perpetran placeres intensos que nadie le podrá robar ya jamás.
Y es cuando cree que va a enloquecer con tanto gozo, cuando todos vuelven a rodearla, cuando él ya no está detrás de ella, sino frente a ella, pero también aún dentro de ella. Entonces, exhausta, y gritando placeres silenciosos disfrazados de orgasmo, cuando  repara en su mirada y piensa que siempre será suyo, aunque no lo sepa… Aunque nadie lo sepa. Ni siquiera él.
 

13 comentarios

  1. sabes lo que he pensado leyendo esto, que ojalá tuviera un día la oportunidad de volver a vivir algo así, como cuando eras joven, cuando nada importaba, cuando no había hijos, ni trabajo, ni tanta preocupación por el dinero y por todo, cuando una se prestaba a sí misma y no a los demás y no hablo de hacerlo con un amante sino con el mejor de todos que es mi marido. A veces echo de menos aquellos dias de esa juventud ida

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    • Que costumbre de querer algo del tiempo pasado.El pasado lo vivimos y disfrutamos en el pasado ahora hay que disfrutar el presente. Pues este presente que ahora no valoramos dentro de un tiempo será pasado y entonces se añorara. Hay que vivir siempre en el presente. No podemos llorar por querer nuestros años que ya han quedado atras. Ni podemos vivir en la fantasia del futuro pues eso es vivir en una continua fantasia. Hay que vivir el presente con lo que tenemos y con los que nos rodean. Y si nos apetece hacer una locura o algo diferente hay que hacerlo ahora y eso quedara para el recuerdo. Pero no podemos estar estancados hechando de menos el pasado. La vida es algo maravilloso que debemos disfrutarla en toda su intensidad dentro de los limites y el respeto hacia los demas. Pues la única realidad es que lo vivido anteriormente siempre estara en nuestro recuerdo pero no va a volver y el futuro lo que tenga que ser será y no lo que nos imaginemos. Mi opinión «la vida es maravillosa tan solo la vivimos una vez, los años pasan y nos debemos adaptar a ellos y tenemos ahora mismos el gran tesoro del PRESENTE no nos encerremos en el PASADO y no fantaseemos con el FUTURO»

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      • Que costumbre de querer algo del tiempo pasado. El pasado lo vivimos y disfrutamos en el pasado ahora hay que disfrutar el presente. Pues este presente que ahora no valoramos dentro de un tiempo será pasado y entonces se añorara.Hay que vivir siempre en el presente. No podemos llorar por querer nuestros años que ya han quedado atras. Ni podemos vivir en la fantasia del futuro pues eso es vivir en una continua fantasia. Hay que vivir el presente con lo que tenemos y con los que nos rodean. Y si nos apetece hacer una locura o algo diferente hay que hacerlo ahora y eso quedara para el recuerdo. Pero no podemos estar estancados hechando de menos el pasado. La vida es algo maravilloso que debemos disfrutarla en toda su intensidad dentro de los limites y el respeto hacia los demás. Pues la única realidad es que lo vivido anteriormente siempre estara en nuestro recuerdo pero no va a volver y el futuro lo que tenga que ser será y no lo que nos imaginemos. Mi opinión «LA Vida es maravillosa tan solo la vivimos una vez, los años pasan y nos debemos adaptar a ellos y tenemos ahora mismo el gran tesoro del PRESENTE no nos encerremos en el PASADO y no fantaseemos con el FUTURO».

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  2. ¿y todo eso lo siente mientras está sentada ahí delante de todos solo mirandolo? Haber si esta Marga tiene una enfermedad sexual yo creo que no es más que una salida

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  3. ME ENCANTA ESTO: Y un tren repleto de vagones de placeres recorre las vías de su cuerpo, a una velocidad desorbitada, a punto de descarrilar en cada curva, a punto de caer de cada puente que cruza, hasta que descarrila de pronto junto a sus vísceras, en el centro de su cuerpo, provocando una sonora y colorida explosión que casi le hace caer de la silla mientras todos siguen ajenos a lo que allí está sucediendo.El colorido de las llamas, y la onda expansiva no encuentran salida, y se reparte violentamente por su interior – por todo su interior – llenándola de gozos desconocidos que perpetran placeres intensos que nadie le podrá robar ya jamás.

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  4. hola Josa, no sabía que tenías esta página tan chula. Yo estaba contigo en la facultad ¿te acuerdas de mí? ¡¡¡La de Chauchina!!! Seguro que te acuerdas. Te reías mucho de mí je je
    Me encanta lo que haces en esta página y esta historia promete. Prometo yo ponerme al día con ella. Un beso enorme

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  5. Que verdad más grande, cuando estas tan cerca de la persona querida, es tan dificil ver a todos los demás que hay alrededor. Hay decimas de segundos donde se ha cruzado una sonrisa, una mirada o un gesto cariñoso y en ese preciso instante tan solo existen dos personas y nadie más. Es una sensción que solo comparten dos y el mundo gira alrededor ajeno a lo importante que ha sido esa mirada esa sonrisa ese momento.

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