Cuando la misma muerte vino a mi encuentro -¡otra vez!- ya no supe qué decirle. Ante mi silencio, demostrando no tenerle miedo después de tantas visitas, fue ella la que me habló:
-¿No me irás a decir otra vez que no puedes venirte conmigo porque quieres seguir conquistándola? ¡Llevas diciéndome eso muchos años ya! ¿Crees que voy a volver a dejarte aquí sólo por eso?
No le contesté. Reconozco que me dio algo de vergüenza decirle otra vez que sí, que era justo lo que esperaba. La miré y ella se quedó en silencio, tan negra como siempre, pero un poco menos oscura y tétrica. Entonces, hizo un extraño ruido, parecido a un suspiro y se giró con su guadaña al hombro.
-Está bien, que tengas suerte. Vuelvo en unas semanas, ¿vale? -me dijo otra vez mientras la volví a ver marchaándose… ¡Y ya eran muchas veces!
dedicado a Eme.
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